Un día como hoy, en 1973, se edita «Selling England By The Pound», quinto álbum de estudio del grupo inglés Genesis y el mayor éxito comercial de la banda con Peter Gabriel. En castellano, el título significa "Vendiendo Inglaterra por el peso", aunque fue la propia discográfica la que tradujo incorrectamente el título por "Vendiendo Inglaterra por una libra", que es como se lo conoce hasta hoy. Muchos años después de su edición original, se convirtió en disco de oro en los Estados Unidos, en 1990.
En opinión de quien esto escribe, «Selling England By The Pound» es uno de los tres mejores discos de rock progresivo jamás concebido y uno de los mejores álbumes de la historia. Una obra hermosa, colosal, sublime, sin fisuras. Posiblemente, el punto máximo del rock progresivo y sinfónico, ese género tan variado, complejo, tan rico en matices, innovador, y de tanto virtuosismo, al que Genesis supo honrar en los años '70.
«Selling England By The Pound» logra una unidad perfecta y brillante, sin fallas ni excesos. No presenta extensos solos aburridos, secciones experimentales o suites innecesariamente largas. Ninguno de los instrumentistas se pierde en divagues inconducentes: simplemente se abocan a su tarea, a tocar lo que deben tocar de la manera en que lo deben hacer.
Compositivamente, cada canción es una joya, cada segundo es glorioso. A cada instante hay algo nuevo, todo encaja de manera perfecta: Peter Gabriel llega a su pico como vocalista, hay baladas de piano, misteriosas flautas medievales, líneas de sintetizador bien progresivas, oscuras secciones acústicas, divertidas piezas teatrales, todo maravilloso, todo excelso... En fin, una obra maestra. Una cascada de creatividad y talento. Una experiencia religiosa.
lunes, 12 de octubre de 2015
jueves, 23 de julio de 2015
De poetas y rockeros
A Luis Alberto Spinetta todos lo llaman poeta... Bob Dylan fue tres veces nominado al Nobel de Literatura. Se habla de la poesía de Pink Floyd, de Lou Reed, de Jim Morrison, del Indio Solari... Pero, ¿se puede considerar poema a una simple letra de rock? ¿O es que hay algún tipo de límite?
El caso de Dylan tomó estado público cuando el profesor Gordon Ball del Instituto Militar de Virginia, Estados Unidos, llenó su formulario –como miembro que es de la Academia de Letras de Noruega– postulando a su candidato para el Nobel de Literatura del año 1996. Además, en una carta adjunta, el profesor aclaraba que Robert Zimmerman (o Bob Dylan) merece la nominación “por la influencia mundial que han tenido sus canciones y su literatura”.
Llama la atención que tanto Dylan como Spinetta hayan asegurado que nunca quisieron ser otra cosa que músicos. Es más, el músico porteño nacido en Belgrano tuvo que aclarar en más de una oportunidad: “No quiero ser la mosca blanca del rock; no pretendo ser el Borges del rock”.
Obviamente ellos no son los únicos que aparecen sindicados como poetas del rock. Ahí también están Jim Morrison, Lou Reed, Tom Waits. Dicen que allí habitan Kurt Cobain y Laurie Anderson, Joni Mitchell y Peter Gabriel. Y los argentinos Miguel Abuelo, Moris, Javier Martínez, el Indio Solari y hasta algunas letras de Charly García y Gustavo Ceratti...
“Haceme desaparecer a través de los anillos de humo de mi mente,
bajo las ruinas neblinosas del tiempo, más allá de las hojas heladas,
de los árboles encantados, aterrorizados, hacia la playa ventosa,
lejos de los tentáculos malignos de la pena loca...”
(Bob Dylan, ‘Mr. Tambourine Man’)
¿Simples letras de canciones o poesía musicalizada?
Músicos de rock devenidos poetas. ¿Devenidos poetas?
Para el poeta Juan Gelman “hay varias cuestiones: una, cuando se musicaliza un poema, otra es cuando la letra se construye después de la música. Por ejemplo, Jim Morrison escribía poemas y también escribía canciones. Y algunos de los poemas los musicalizaba. Escribiendo poesía –dice Gelman–, Morrison era un poeta”.
En su libro La poesía del rock, el periodista marplatense Marcelo Gobello asegura que cada día más las letras de las canciones son vistas de otro modo: “De hecho –afirma Gobello– ya se convirtieron en materia de estudio en las universidades de letras de los Estados Unidos y Europa. Por otro lado, las nuevas generaciones consumen poesía a través del rock”.
Por otra parte, alguien dijo que las verdades reveladas no se explican. Que están hechas para ser copiadas en agendas, en paredes, en hojas sueltas que muy pronto se extraviarán para siempre. ¿Será que con las canciones pasa como con los poemas? ¿Será que en una canción cada uno entiende lo que puede, lo que quiere o lo que tiene?
No es novedad que a Carlos Solari, el Indio de los Redonditos de Ricota, le molesta explicar las letras que escribe. En una nota para el diario Clarín, en 1997, decía Solari: “Los chicos saben de qué se trata. La letra es aquello que hace envejecer a una canción. Cuanto más poder enigmático, menos rápido envejecen”.
Para el poeta Daniel Helder, del Diario de Poesía, existen diferencias. “No veo muchos problemas para considerar una letra de canción como un poema. Sin embargo, las veces que lo hago son más bien pocas. Por lo general, ocurre que una letra tiene pasajes de poeticidad muy elevados, pero nunca se puede estar seguro si esa altura la alcanzan las palabras por sí mismas o sólo con ayuda de la melodía”.
Helder pone como ejemplo a los Redondos y dice que “cuando los Redondos ponen ‘a brillar, mi amor, vamos a brillar’, es obvio que si la simpleza de la frase de Solari se vuelve tan rendidora no es por un mérito puramente intrínseco a las palabras, sino por la apoyatura de la frase musical de Belinson”.
Si uno comparte aquello que el personaje que encarnaba Robin Williams les enseñaba a los alumnos de la “Sociedad de los Poetas Muertos”, es verdad entonces que la poesía precisa de un tiempo de lectura poético, de relectura, de saborear las palabras. De un tiempo que haga hundirse al lector en el texto que está leyendo. Las canciones tienen, por el contrario, un tiempo determinado desde antes. Lo que puede suponer cierta tendencia a la frase efectista.
Algunos músicos –justamente aquellos que huyen de las frases efectistas– suelen tomarse su tiempo para plasmar la letra y parecen escapar, si es que lo hay, al límite entre letra y poesía. En esa obra magnífica que fue The Lamb lies down on Broadway (El cordero yace en Broadway), editado por el grupo británico Genesis en 1974, Peter Gabriel escribía:
“En el brillo de una luz,
veo una especie de extraña visión,
con jaulas unidas para formar una estrella.
Las personas no pueden ir muy lejos
todas atadas a sus cosas
amarradas por sus cuerdas
libres para revolotear en el recuerdo
de sus desgastadas alas...”
(Peter Gabriel, ‘In the Cage’)
Daniel Helder hace otra observación: “El poema del poeta, en el libro de poemas, debe reponer de algún modo ese factor ausente que es la música de la canción, y debe hacerlo con sus propios medios: la música verbal. Esta música verbal, justamente, es lo que falta en las letras de canción, cosa que salta a la vista cuando las leemos en el cuadernillo del compact”.
Pero esta afirmación puede, en algunos casos, presentar excepciones. Y si no, vale la pena leer este fragmento de "Stairway to heaven", la poesía / canción del grupo británico Led Zeppelin, cuya autoría pertenece a Robert Plant y Jimmy Page:
(...) Y se dice en susurros que pronto,
si todos nosotros decimos la melodía,
entonces el gaitero nos guiará a la razón.
y un nuevo día nacerá para aquellos que aguantan,
y el bosque devolverá un eco con carcajadas.
Si hay ajetreo en tu seto,
no te alarmes,
es solo la limpieza de primavera por la Reina de Mayo
Sí, hay dos caminos por los que que puedes ir,
pero a la larga,
todavía hay tiempo para cambiar el camino en el que estás.
...y hace que me pregunte
Hay un zumbido en tu cabeza y
y no se irá, porque no sabes
que el gaitero te está llamando para que te unas a él,
querida dama, no puedes oír el soplido del viento,
y ¿sabías que tu escalera se apoya en el susurrante viento?
Y mientras nosotros seguimos bajando por el camino,
nuestras sombras son más grandes que nuestras almas,
camina una dama a la que todos conocemos,
que brilla con luz blanca y quiere mostrar
como todavía todo se convierte en oro,
y si escuchas muy atento,
la melodía vendrá al fin a ti,
cuando todos sean uno y uno sean todo,
ser una piedra y no rodar.
Bob Dylan es un caso paradigmático a nivel mundial. Sus letras, para mucha gente, son poemas que, incluso, aventajarían en las páginas de cualquier antología poética a los poemas de sus contemporáneos: los poetas beatniks. Y como contrapartida, muchos de los que escucharon alguna grabación de los recitales poéticos de Dylan Thomas (el poeta galés del que Bob tomó prestado el nombre) afirman que dichos recitales reclaman un lugar en todas las discotecas.
En la Argentina, el mismo caso que se da con Bob Dylan se presenta con Luis Alberto Spinetta. Quién, muy a pesar suyo como ya vimos, tiene ganado un lugar entre los mejores poetas argentinos. Además, tanto Dylan como Spinetta se dejaron tentar por la tinta y el papel y han editado sendos libros de poesía. El norteamericano lo hizo en 1966 con un libro llamado Tarántula y el argentino, en 1978, con un trabajo al que tituló Guitarra Negra.
Para el final, unas palabras de Juan Gelman: “A la hora de la creación, hay una diferencia porque hay lógicas distintas: no es lo mismo tener que depender de una música que tener que depender de la palabra. Esto no lo hacen ni mejores ni peores. De hecho, hay poemas que poco tienen que ver con la poesía y hay canciones que, incluso sin música, son verdaderos poemas”.
Demás está aclarar que los extractos de las letras y las canciones elegidas no son más que una muestra arbitraria de ese límite difuso entre letras de rock y poesía. Podríamos hablar una semana entera sobre cuanto se acercan y cuanto se alejan unas de otras y podríamos discutir sobre todas las respuestas que hallemos.
“No somos más que dos almas perdidas
navegando en una pecera
año tras año, corriendo siempre sobre el mismo terreno,
¿qué hemos encontrado?
Los mismos temores de siempre.
Me gustaría que estuvieras aquí...”
(Roger Waters, ‘Wish you were here’)
Bob Dylan |
Llama la atención que tanto Dylan como Spinetta hayan asegurado que nunca quisieron ser otra cosa que músicos. Es más, el músico porteño nacido en Belgrano tuvo que aclarar en más de una oportunidad: “No quiero ser la mosca blanca del rock; no pretendo ser el Borges del rock”.
Obviamente ellos no son los únicos que aparecen sindicados como poetas del rock. Ahí también están Jim Morrison, Lou Reed, Tom Waits. Dicen que allí habitan Kurt Cobain y Laurie Anderson, Joni Mitchell y Peter Gabriel. Y los argentinos Miguel Abuelo, Moris, Javier Martínez, el Indio Solari y hasta algunas letras de Charly García y Gustavo Ceratti...
“Haceme desaparecer a través de los anillos de humo de mi mente,
bajo las ruinas neblinosas del tiempo, más allá de las hojas heladas,
de los árboles encantados, aterrorizados, hacia la playa ventosa,
lejos de los tentáculos malignos de la pena loca...”
(Bob Dylan, ‘Mr. Tambourine Man’)
¿Simples letras de canciones o poesía musicalizada?
Músicos de rock devenidos poetas. ¿Devenidos poetas?
Para el poeta Juan Gelman “hay varias cuestiones: una, cuando se musicaliza un poema, otra es cuando la letra se construye después de la música. Por ejemplo, Jim Morrison escribía poemas y también escribía canciones. Y algunos de los poemas los musicalizaba. Escribiendo poesía –dice Gelman–, Morrison era un poeta”.
En su libro La poesía del rock, el periodista marplatense Marcelo Gobello asegura que cada día más las letras de las canciones son vistas de otro modo: “De hecho –afirma Gobello– ya se convirtieron en materia de estudio en las universidades de letras de los Estados Unidos y Europa. Por otro lado, las nuevas generaciones consumen poesía a través del rock”.
Por otra parte, alguien dijo que las verdades reveladas no se explican. Que están hechas para ser copiadas en agendas, en paredes, en hojas sueltas que muy pronto se extraviarán para siempre. ¿Será que con las canciones pasa como con los poemas? ¿Será que en una canción cada uno entiende lo que puede, lo que quiere o lo que tiene?
Indio Solari |
Para el poeta Daniel Helder, del Diario de Poesía, existen diferencias. “No veo muchos problemas para considerar una letra de canción como un poema. Sin embargo, las veces que lo hago son más bien pocas. Por lo general, ocurre que una letra tiene pasajes de poeticidad muy elevados, pero nunca se puede estar seguro si esa altura la alcanzan las palabras por sí mismas o sólo con ayuda de la melodía”.
Helder pone como ejemplo a los Redondos y dice que “cuando los Redondos ponen ‘a brillar, mi amor, vamos a brillar’, es obvio que si la simpleza de la frase de Solari se vuelve tan rendidora no es por un mérito puramente intrínseco a las palabras, sino por la apoyatura de la frase musical de Belinson”.
Si uno comparte aquello que el personaje que encarnaba Robin Williams les enseñaba a los alumnos de la “Sociedad de los Poetas Muertos”, es verdad entonces que la poesía precisa de un tiempo de lectura poético, de relectura, de saborear las palabras. De un tiempo que haga hundirse al lector en el texto que está leyendo. Las canciones tienen, por el contrario, un tiempo determinado desde antes. Lo que puede suponer cierta tendencia a la frase efectista.
Peter Gabriel |
“En el brillo de una luz,
veo una especie de extraña visión,
con jaulas unidas para formar una estrella.
Las personas no pueden ir muy lejos
todas atadas a sus cosas
amarradas por sus cuerdas
libres para revolotear en el recuerdo
de sus desgastadas alas...”
(Peter Gabriel, ‘In the Cage’)
Daniel Helder hace otra observación: “El poema del poeta, en el libro de poemas, debe reponer de algún modo ese factor ausente que es la música de la canción, y debe hacerlo con sus propios medios: la música verbal. Esta música verbal, justamente, es lo que falta en las letras de canción, cosa que salta a la vista cuando las leemos en el cuadernillo del compact”.
Pero esta afirmación puede, en algunos casos, presentar excepciones. Y si no, vale la pena leer este fragmento de "Stairway to heaven", la poesía / canción del grupo británico Led Zeppelin, cuya autoría pertenece a Robert Plant y Jimmy Page:
(...) Y se dice en susurros que pronto,
si todos nosotros decimos la melodía,
entonces el gaitero nos guiará a la razón.
y un nuevo día nacerá para aquellos que aguantan,
y el bosque devolverá un eco con carcajadas.
Si hay ajetreo en tu seto,
no te alarmes,
es solo la limpieza de primavera por la Reina de Mayo
Sí, hay dos caminos por los que que puedes ir,
pero a la larga,
todavía hay tiempo para cambiar el camino en el que estás.
...y hace que me pregunte
Robert Plant y Jimmy Page |
y no se irá, porque no sabes
que el gaitero te está llamando para que te unas a él,
querida dama, no puedes oír el soplido del viento,
y ¿sabías que tu escalera se apoya en el susurrante viento?
Y mientras nosotros seguimos bajando por el camino,
nuestras sombras son más grandes que nuestras almas,
camina una dama a la que todos conocemos,
que brilla con luz blanca y quiere mostrar
como todavía todo se convierte en oro,
y si escuchas muy atento,
la melodía vendrá al fin a ti,
cuando todos sean uno y uno sean todo,
ser una piedra y no rodar.
Bob Dylan es un caso paradigmático a nivel mundial. Sus letras, para mucha gente, son poemas que, incluso, aventajarían en las páginas de cualquier antología poética a los poemas de sus contemporáneos: los poetas beatniks. Y como contrapartida, muchos de los que escucharon alguna grabación de los recitales poéticos de Dylan Thomas (el poeta galés del que Bob tomó prestado el nombre) afirman que dichos recitales reclaman un lugar en todas las discotecas.
Luis Alberto Spinetta |
Para el final, unas palabras de Juan Gelman: “A la hora de la creación, hay una diferencia porque hay lógicas distintas: no es lo mismo tener que depender de una música que tener que depender de la palabra. Esto no lo hacen ni mejores ni peores. De hecho, hay poemas que poco tienen que ver con la poesía y hay canciones que, incluso sin música, son verdaderos poemas”.
Demás está aclarar que los extractos de las letras y las canciones elegidas no son más que una muestra arbitraria de ese límite difuso entre letras de rock y poesía. Podríamos hablar una semana entera sobre cuanto se acercan y cuanto se alejan unas de otras y podríamos discutir sobre todas las respuestas que hallemos.
“No somos más que dos almas perdidas
navegando en una pecera
año tras año, corriendo siempre sobre el mismo terreno,
¿qué hemos encontrado?
Los mismos temores de siempre.
Me gustaría que estuvieras aquí...”
(Roger Waters, ‘Wish you were here’)
lunes, 6 de abril de 2015
EL FRANKENSTEIN DE LA UNIVERSAL (II): Cuando segundas partes fueron buenas
Al igual que sucediera con Drácula y la Momia, la Universal decidió explotar al máximo el éxito obtenido por su primera película sobre el Monstruo y produjo otras cintas basadas en este personaje, algunas de las cuales tienen igual o mayor calidad que el primer título. Sin duda, este es el caso de “The Bride of Frankenstein”, segundo film de la saga.
La más rara de las sorpresas: una secuela superior al original, rodada cuando la asimilación por parte del público entre el Monstruo y su creador ya era total. El propio título así lo demuestra: quien debía casarse era el humanoide y no el científico que lo había creado. Dirigida por James Whale en 1935 y nuevamente con Boris Karloff como el Monstruo, es la obra maestra del director y, a mi juicio, la mejor recreación del personaje de Shelley hecha hasta hoy. Jamás se ha humanizado más al Monstruo, nunca la serie alcanzó mayor fuerza poética ni una atmósfera más delirante.
En The Bride of Frankenstein (La Novia de Frankenstein), al lado de un cada vez más atormentado Colin Clive, encontramos a un Karloff en lo mejor de su caracterización y a toda una serie de personajes secundarios particularmente atractivos, como el doctor Pretorius (interpretado por el inigualable Ernest Thesiger) o la criatura femenina que encarna Elsa Lanchester (con un peinado que pasó merecidamente a la historia del cine). La creación del personaje de Elsa Lanchester alcanza momentos sublimes y para medir la altura de su trabajo basta un solo comentario: ella será para siempre la Novia de Frankenstein. ¿Y qué decir del doctor Pretorius? Con él asistimos, sin duda, a la aparición de uno de los mejores “sabios locos” que ha dado el cine.
Whale maneja la cámara en forma irreprochable. Los personajes, los decorados, un clímax increíblemente emocionante, todos los elementos de la película confluyen en una perceptible elegancia. Bajo la mirada de Whale, el laboratorio del doctor vuelve a transformarse en un mundo bellísimo, nuevo. Y nos propone, además, una seria reflexión acerca de los misterios de la vida y de la muerte, sobre el eterno problema de la creación.
Y Frankenstein creó a la mujer...
El “final feliz” insertado por Whale en Frankenstein permitió que Colin Clive retomara su papel en la segunda parte, que empieza allí donde terminó la primera película, en el molino en llamas. El Monstruo ha caído en el estanque del molino, pero sale de él, mata al padre y a la madre de la niña a la que ahogo en el primer film y vuelve a vagar por los campos. El retorcido doctor Pretorius, pervertidor por naturaleza, empuja al atormentado doctor Frankenstein a repetir su experimento. Cuando Henry se echa atrás, Pretorius (que se ha aliado con el Monstruo) secuestra a Elizabeth (interpretada ahora por Valerie Hobson) y le chantajea para obtener su cooperación. Una vez con vida, la nueva creación del doctor rechaza los embates amorosos del Monstruo y provoca su incontenible furia destructiva.
El guión de The Bride of... recurre a la novela de Shelley en busca de inspiración para muchas de sus mejores escenas. Contra lo que suele creerse, el Monstruo de Frankenstein no es un ciego robot criminal, sino un ser que sufre por su incompleta humanidad y por el hecho de sentirse rechazado a causa de su aspecto. Esta visión del personaje proviene de la novela original y, de hecho, la idea de que el Monstruo exija una compañera también está presente en el libro, pero el Víctor Frankenstein de la novela no se atreve a dar vida a la hembra y termina despedazándola. A partir de la rebelión del Monstruo, The Bride of... da muestras de una fantasía delirante y muy superior a su antecesor. En una, por ejemplo, y recurriendo otra vez a la novela, la criatura establece una relación con un ermitaño ciego, quien cobija al Monstruo en su cabaña y éste se extasía escuchando el violín. Pura maravilla.
Whale combinó todas estas escenas con material nuevo y dio forma a su extraño cuento de hadas con sofisticación y un agudo ingenio, llevándolo poco a poco hasta un clímax (la escena de la creación de la novia) que sigue siendo una obra maestra total y absoluta de fotografía, iluminación y montaje. La secuencia de la creación de la mujer de Frankenstein es, además, mucho más espectacular que la de éste en el primer film: los aparatos mecánicos, complicados y vistosos, crean hermosos juegos de luces artificiales la noche de la tempestad.
En el film, el Monstruo de Frankenstein tiene un rol mucho más protagónico. Además, bebe vino, fuma y, aunque Karloff siempre se mostró en contra de que su personaje articulara una palabra, aprende a hablar. Claro que si lo comparamos con la discurseante criatura de Shelley (“Recuerda que soy tu criatura; debería ser tu Adán, pero me parezco más al Angel caído, al que expulsas de la alegría sin que haya hecho nada malo”), el Monstruo de Karloff tiene un lenguaje más bien tarzanesco (“Comida... ¡Buena!”).
The Bride of Frankenstein ha obtenido con toda justicia un lugar no sólo entre las grandes películas de terror, sino entre las grandes películas yanquis de todos los tiempos. El film es una de las rarezas más macabras, increíbles e ingeniosas del género, con momentos memorables como las patéticas escenas del Monstruo con el ciego o aquella donde es rechazado con un siseo lleno de odio por su Novia. Tanto es el patetismo que se desprende de ellas que uno olvida que buena parte de la película muestra al Monstruo en su faceta más irracional y sedienta de sangre.
FICHA TÉCNICA
Título original: The Bride of Frankenstein (Estados Unidos, 1935)
Producción: Carl Laemmle Jr. para Universal Pictures.
Director: James Whale. Guión: William Hurlburt y John Balderston.
Fotografía: Arthur Edeson. Maquillaje: Jack Pierce.
Duración: 70 minutos (en blanco y negro).
Intérpretes: Colin Clive (Herbert von Frankenstein), Boris Karloff (La criatura),
Valerie Hobson (Elizabeth), Elsa Lanchester (la Novia), Ernest Thesiger (Doctor Pretorius),
Dwight Frye (Fritz), O. P. Heggie (El ermitaño).
lunes, 26 de enero de 2015
Hoy leí las noticias...
Hoy leí en los diarios que en alguna parte del mundo han asesinado a cien niños y han despedazado muchos más en pocos días de bombardeos. No lo he leído con palabras tan duras. La prensa siempre cuida de no herir la sensibilidad de las personas civilizadas como nosotros. Pero igual me pregunto, mientras tomo apaciblemente mi café de la mañana, ¿qué clase de bestia humana pudo haber perpetrado esta obra?
Hoy leí en los diarios que esa masacre ha sido sólo un error, otro efecto colateral, como dicen siempre. Pienso entonces que hubo alguna desinteligencia entre las “bombas inteligentes”, porque nuestro mundo occidental civilizado no comete barbaries como en otras partes del mundo y en otros tiempos, como en alguno de esos reinos bárbaros donde las mujeres visten de más como en Asia o visten de menos como en África.
Y no puedo dejar de preguntarme, ¿sobre qué derechos se podría perpetuar semejantes crímenes? ¿Qué dios podría justificar tanto dolor y tanta injusticia? Porque, ¿no es una injusticia cien niños aplastados y despedazados por la Libertad, la Civilización, la Ley, el Derecho y las mejores Razones? Pero los diarios no me dieron ninguna respuesta.
Hoy leí en los diarios que esta acción es “menor”, porque el “plato fuerte” en la zona –entendida en forma amplia–, es con Irán, y con Siria. Que estuvieron a un suspiro de ser bombardeados e invadidos cuando los civilizados de occidente idearon “Irak 2003”. Frente al gran escenario, lo demás es un aperitivo.
Hoy leí en los diarios que todos quieren paz, y cualquier intento para obtenerla ha fracasado. Porque la paz no es sólo “alto el fuego”. Para este fracaso, se cruzan objetivos externos varios. El agua, las vías, el territorio, la militarización de un estado para patrullar la zona, el petróleo, todo imbricado en un escenario donde la voluntad política paga dos pesos. Frente a lo cual un solo gobierno es el único que tiene el “manual” de conducta exterior, y conoce perfectamente bien sus objetivos.
Gaza. Ataque de la OTAN a una escuela en Palestina. |
Mientras terminaba mi café me pregunté si el bombardeo informativo nos está convirtiendo en estatuas o es que nunca nos importó el otro, ese que vive fuera de nuestro metro cuadrado. También me pregunté como romper el círculo que atrapa a la humanidad en la violencia, la destrucción y la muerte.
Pero se ve que esto último son sólo ideas mías, porque los diarios no me dieron ninguna respuesta.
viernes, 16 de enero de 2015
John Carpenter: El nombre del terror...
Un día como hoy, en 1948, nace en Nueva York John Carpenter, director de cine, guionista y compositor de bandas sonoras, uno de los grandes maestros del cine de terror de los años '80 y '90 y el único director que desde hace más de 35 años me hace saltar de la butaca.
Halloween (Noche de brujas, 1978), The fog (La niebla, 1980), The thing (La cosa, 1982), Christine (1983), Prince of darkness (Príncipe de las tinieblas, 1987), They live (Viven, 1988), Village of the damned (El pueblo de los malditos, 1995), In the mouth of madness (En la boca del miedo, 1995), Vampires (Vampiros, 1998) y The ward (2010) resultan films imprescindibles para los amantes del género.
viernes, 9 de enero de 2015
Joan Baez, gracias a la vida...
Joan Báez es una artista que puso su música a favor de los derechos humanos. En 1963 participó de la Marcha sobre Washington por los derechos civiles junto a Martin Luther King. Daba recitales en prisiones y, como los afroamericanos no podían ir a los teatros de los blancos, Joan fue a cantar a sus teatros. Luchó en contra de la guerra de Vietnam y a favor de los derechos civiles. Por negarse a pagar el 60% de los impuestos que consideraba se usaban en esa guerra, fue encarcelada varias veces y vigilada por el FBI durante décadas. Donaba una gran parte de lo que ganaba en apoyar a organizaciones por los derechos civiles y la no-violencia.
Participó de los míticos festivales de Woodstock y de la Isla de Wight. Compuso junto a Ennio Morricone la música y letra de la banda sonora de la película "Sacco y Vanzetti", cuyo tema principal -"Here´s to You" (Esto es para Usted)- se convirtió en un éxito mundial. En diciembre de 1972, en misión humanitaria, llevó a Hanoi (Vietnam del Norte) cartas y regalos a los prisioneros de guerra estadounidenses, y soportó lo que fue el peor bombardeo de toda la guerra: el que el entonces presidente Nixon decidió arrojar sobre el pueblo vietnamita el día de Navidad. A su regreso editó "Where are you now, my son?", con grabaciones hechas en Hanói en los refugios antiaéreos y en las calles después de los bombardeos, uno de sus discos más conmovedores.
Con apenas 22 años fundó el Instituto para el Estudio de la No-Violencia, siguiendo las enseñanzas de Mahatma Gandhi. En 1974 grabó -en castellano- el disco "Gracias a la Vida", como homenaje a las víctimas del dictador chileno Augusto Pinochet, quien acababa de dar un sangriento golpe de estado en Chile. Realizó su primera gira latinoamericana en 1974 y aprovechó sus conferencias de prensa para denunciar la situación de Chile, difundir el trabajo de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional, de la cual forma parte, y la importancia de la lucha no-violenta.
En 1973 realizó dos conciertos en el Luna Park con llenos completos, donde cantó junto a Mercedes Sosa, y concedió una entrevista a la famosa revista "Crisis" dirigida por el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Años más tarde, creó Humanitas, organización internacional pro Derechos humanos. En 1981, viajó a Latinoamérica en nombre de Humanitas, a darle su apoyo a los pueblos oprimidos por las dictaduras. En Argentina la dictadura de Videla puso bombas en el hotel donde se hospedaba, la siguieron de día y de noche y le prohibieron presentarse en vivo. Joan recién pudo regresar a América Latina el año pasado, en una gira que la trajo a Buenos Aires en el mes de marzo y que le permitió visitar también Chile y Uruguay.
Gracias a la vida, hoy, Joan cumple 73 años
Y gracias a vos, Joan...
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