jueves, 17 de enero de 2013
Mis eternas escenas del cine (I)
EL CAMAROTE
("Una noche en la Opera", de Sam Wood, 1935)
Protagonizada por Groucho, Chico y Harpo Marx, la película es una sátira del mundo de la ópera, en la que los hermanos ayudan a dos cantantes enamorados mientras planean y ejecutan el modo de boicotear al soberbio y arrogante tenor en su primera actuación en la representación de Il Trovatore. Obra genial e irrepetible de los Marx —y aunque el film está repleto de frases geniales y ocurrentes— presenta su escena más famosa: la del camarote en el barco, una referencia mítica al despropósito y al humor con mayúsculas. Imprescindible para conocer a estos reyes del absurdo, de los juegos de palabras, de los dobles filos, de la desvergüenza y de la acción surrealista que pasaron a la historia por sus frases atemporales y su modo único de catapultar a lo más elevado el género de la comedia. Una escena ideal para ver cuando el ánimo de uno se encuentra en el quinto subsuelo.
EL DISCURSO
("El gran dictador", Charles Chaplin, 1940)
De manera visionaria, cuando recién comenzaba la II Guerra y todavía no se conocían los horrores del nazismo, el más grande clown y la personalidad más querida de su tiempo, retó al hombre que habría de sembrar más maldad, miseria y muerte que cualquier otro en la Historia de la humanidad. En su primer film hablado, Chaplin se despide del personaje del Vagabundo (y del cine mudo) cuando al final de la película sorprende con un discurso tremendamente emotivo que se convierte en una llamada a la humanidad en general para acabar con las dictaduras y usar la ciencia y el progreso para hacer del mundo un lugar mejor. “¡Mira a lo alto, Hannah, al alma del hombre le han sido dadas alas y al fin está empezando a volar, está volando hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza, hacia el futuro, un glorioso futuro, que te pertenece a ti, a mí, a todos! ¡Mira a lo alto, Hannah, mira a lo alto!”, dice Chaplin. Entonces —antes de que se cierre la pantalla— Hannah dirige la mirada al cielo con esperanza. Y con ella, todos nosotros.
AEROPUERTO Y FINAL
("Casablanca", de Michael Curtiz, 1942)
Un final subversivo, opuesto a lo que mandan las convenciones de las películas de amor. Un final que
probablemente sea la causa del éxito del film. Nada de "Happy End". Rick dejando partir a la mujer que ama porque prioriza los males del mundo (plena II Guerra Mundial) por sobre su felicidad. Ilse y Victor Laszlo (su marido y líder de la resistencia europea contra los nazis) parten rumbo a Lisboa. Rick, como apresado en su triste destino, se queda en Casablanca. Y Louis, ese adorable militar corrupto, en lugar de detenerlo, decide proteger al hombre que acaba de asesinar al oficial alemán para facilitar la huida. Aconsejándole que huya por un tiempo, se va caminando con él atravesando la niebla de Casablanca, mientras escucha de labios de Rick una de las frases más famosas de la historia del cine: “Louie, I think this is the beginning of a beautiful friendship” (Louie, creo que este es el comienzo de una hermosa amistad).
FALDAS ARRIBA
("La comezón del séptimo año", de Billy Wilder, 1955)
Una escena que se filmó dos veces: la primera toma fue en la Avenida Lexington de Manhattan, en la calle 52, y fue inservible debido al ruido de la muchedumbre que presenciaba la grabación. La segunda se hizo en un estudio. Aunque usadas en ediciones posteriores de la película, las escenas en las que el vestido de Marilyn subía claramente por encima de su cintura fueron borradas por los encargados de la censura quienes las
consideraron inapropiadas. Toda una revolución para la época y para la historia y la más inmortal de las imágenes de Marilyn Monroe, que mostraba sus piernas jugando con el viento de una rejilla del subte de New York. “¿Sientes la brisa del metro, no te parece deliciosa?”, dice Marilyn, mientras el viento le levanta el vestido blanco hasta la cintura. Ella sonríe y el momento se congela para siempre. El que no sonrió fue Joe DiMaggio, beisbolista y entonces marido de la actriz, quien solicitó el divorcio luego de haber presenciado “la toma más indecente que se pudo concebir jamás”.
EN LA DUCHA
("Psicosis", de Alfred Hitchcock, 1960)
Impactante. Por lo que sucede, por la violencia, por la edición de planos a toda velocidad y por la música de
Bernard Herrman. Y porque a la media hora de película… ¡matan a la protagonista! Hitchcock se carga a la estrella y —como decía el crítico y erudito hitchcockiano Donald Spoto: “A partir de ahí no podemos ir a ninguna parte si no es siguiendo a Norman”. Norman Bates, el icono psicótico encarnado por Anthony Perkins. Cada plano en ese baño responde a la esencia del cine de Hitchcock, a su visión a veces tan sádica de la mente humana. Y a su extrema sensibilidad, culminando en esa mirada brillante, (“la mirada fija de Marion muerta daba la ilusión de la vida”), preciosa en todo su horror, de Janet Leigh asesinada en la ducha. Una secuencia que demoró siete días en ser rodada y para la que se utilizaron setenta posiciones de cámara para un total de cuarenta y cinco segundos de película. A partir de esta escena, ya sabemos que en ese motel hay algo que no funciona, algo enfermizo y oscuro.
EL ALBA DE LA HUMANIDAD
("2001, Una odisea en el espacio", de Stanley Kubrick, 1968)
El alba de la humanidad en el África prehistórica. Un grupo de homínidos que padece hambre, frío y miedo y parecen condenado a una segura extinción. Un monolito que "aparece" inexplicablemente, plantado en la planicie africana. Los homínidos que comienzan a desarrollar nuevos conocimientos que les ayudan a sobrevivir y evolucionar. Descubren que un simple hueso puede ser utilizado como arma —la primera herramienta— y entonces el clan que estaba a punto de extinguirse caza a los tapires para comérselos. También puede atacar al clan rival y recuperar el charco de agua necesario para sobrevivir. Los miembros del clan son ahora humanos armados. Uno de ellos, exultante por haber matado al líder rival, lanza su hueso en el aire. El hueso sube, sube y sube... hasta que se transforma en una nave orbitando en el espacio en un futuro lejano. Un salto de 4 millones de años o "la elipsis más larga de la historia del cine". ¿Ha alcanzado el hombre la cumbre de la evolución?
DON CORLEONE Y BONASERA
("El padrino", de Francis Ford Coppola, 1972)
Aparece el logo de la Paramount Pictures y se escucha la inconfundible música de Nino Rota. Bonasera diciendo aquello de "Creo en América". Bonasera pidiendo ayuda. Y Don Vito Corleone, escuchando pacientemente y acariciando un gato, a la espera de que acabe su petición. Todo esto, en el despacho de Don Corleone. Un lugar oscuro, cerrado, opresivo, amoblado de forma clásica y por donde la luz sólo entra a través de una persiana americana entreabierta. Y ya uno se hace la idea de cualquier cosa turbia e ilegal se puede cocinar en ese despacho.Y uno entiende en esos pocos segundos que la Familia es una cosa muy seria, qué significado tienen esas "ofertas que no debemos rechazar", y por qué la palabra "mafia" (nunca pronunciada en la película) quedará unida al apellido Corleone por los siglos de los siglos.
LA LLEGADA DEL EXORCISTA
(El exorcista, de William Friedkin, 1973)
La famosa escena de la llegada del padre Merrin (Max Von Sydow) a la casa de la niña poseída, parado bajo la luz de una farola y rodeado de una niebla que parece provenir de la habitacion de la niña, es una de las más terroríficas de toda la historia del cine. Se extiende unos pocos segundos, pero alcanzan para que uno comprenda que la larga espera del anciano sacerdote por enfrentarse al Mal ha llegado a su fin y que el duelo con el demonio no tendrá para el viejo un final feliz. Filmada el primer día de rodaje y empleada en el póster promocional, me da escalofríos cada vez que la veo. Cumbre del género de terror que ha resistido el paso de los años.
FRENTE AL ESPEJO
("Taxi Driver", de Martin Scorsese, 1976)
Vuelto de Vietnam con la esperanza de encontrar un mundo más bello que el horror de la guerra, Travis Bickle se topa con una New York violenta y voraz, la ciudad ideal para autodestruirse. La mente inestable de Travis no encuentra serenidad. Con su taxi, recorre los bajos fondos y cansado de esperar que las cosas cambien, se compra una pistola para hacer frente con violencia a la violencia. En esta legendaria escena, Robert De Niro hizo lo que figuraba en el guión: mirarse en el espejo. Pero luego comenzó a improvisar las frases que aún hoy —al ser mencionadas en cualquier parte del mundo— remiten directamente a esta película. “Me estás hablando a mí?”, se preguntaba, con aspecto desequilibrado, Travis Bickle estrenando su imagen de dureza frente al espejo. “Entonces a quien demonios le hablas sino es a mí?”, se respondía él mismo. Y entonces sabíamos que nada bueno podía salir de eso.
CON LA LUNA COMO FONDO
("E.T.", de Steven Spielberg, 1982)
La ambientación musical de John Williams, la estética envolvente del bosque de noche, los adecuados efectos especiales... todo funcionando con la precisión de un reloj suizo. La tierna historia de amistad entre un niño y un alienígena perdido en la Tierra, se convirtió en todo un fenómeno social que se mantuvo durante varios años como la película más taquillera de todos los tiempos. Y la escena en la que Elliot sale volando con E.T. en bicicleta, es uno de los momentos más mágicos de la historia del cine y la silueta de los protagonistas surcando el cielo con la luna llena de fondo, se ha convertido en todo un icono cinematográfico ampliamente reconocido. Ellos consiguen eludir a los policías que los persiguen y uno, en la butaca o en el living de su casa, siente la libertad, pierde gravedad, está en el espacio y —por fin— es libre... Y tiene tanta libertad que hasta puede superar la Luna...
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