domingo, 19 de mayo de 2013

Mary Shelley: La madre del Engendro


Una velada brumosa y desapacible en Ginebra. Cinco personas y una apuesta literaria: ¿quién puede idear el cuento más estremecedor? La historia que lleva casi dos siglos aterrorizando a niños, jóvenes y adultos por igual fue fruto de la imaginación de una adolescente de sólo 18 años, la joven Mary Shelley, quien sorprendió a propios y extraños con "Frankenstein", una de las obras cumbres de la literatura fantástica, y cuya vida acabó siendo tan trágica como su novela.

Publicado en forma anónima en 1818 por la editorial londinense Lackington and Company, Frankenstein... o el moderno Prometeo fue un libro que provocó opiniones divergentes, pasando de ser "el hongo más repugnante que ha surgido del pestilente estercolero de la época actual" a una obra "que provoca nuevas reflexiones y pone al descubierto fuentes de emoción aún no exploradas", tal como la definió entonces sir Walter Scott.

El libro estaba dedicado a William Godwin, novelista y famoso filósofo de izquierda, motivo por el cual todo el mundo dio por sentado que Frankenstein había sido escrito por su todavía más famoso hijo político, Percy Bysse Shelley, cuyas obras solían ir en contra de la moral convencional y las jerarquías religiosas. Lo que el público no sabía, y lo que no sabría hasta que el libro apareciese en una segunda edición varios años después, era que la novela no había sido escrita por Shelley sino por su joven prometida, Mary.

Mary Wollstonecraft Shelley nació el 30 de agosto de 1797 y su madre (Mary Godwin, pionera del feminismo) murió como resultado de haberla traído al mundo. Las relaciones con su padre, William Godwin, quedaron seriamente afectadas por esa tragedia y si bien el padre de Mary animó las empresas intelectuales de su hija siendo ésta una niña, siempre permaneció emocionalmente alejado de ella. Cuando el poeta Percy Shelley hizo su entrada en la mansión de los Godwin, primero en calidad de admirador del padre de Mary y luego como benefactor de la joven, ésta no demoró demasiado en enamorarse de él.

En realidad, Percy, que ya estaba casado, se limitó a obtener una dócil concubina comprándosela a un padre que se encontraba desesperado por los problemas económicos. Percy ya había decidido que el abismo intelectual existente entre él y Harriet Westbrook, su esposa, era totalmente imposible de salvar. El poeta llegó a describir su matrimonio como "un cuerpo muerto y un cuerpo vivo... unidos en una aborrecible y espantosa comunión". Finalmente, lady Westbrook se quitó la vida ahogándose.

En 1814 Mary, de sólo dieciséis años, huyó de Inglaterra con Percy y pronto quedó embarazada. Su hija nació prematuramente y murió pocas semanas después, en febrero de 1815. Y tal vez en este lamentable suceso haya que buscar la génesis de Frankenstein. Una fantasía de revivir a la niña se apoderó de la mente de Mary, tal como ella misma dejó anotado en su diario: "Sueño que mi bebé ha vuelto a la vida; que sólo estaba fría, y que le dimos masajes delante del fuego, y que vivió. Despierto y no encuentro ningún bebé".

A pesar de la defensa filosófica que esgrimía para con el amor libre y de que la misma Mary hubiera sido concebida fuera del lazo matrimonial, William Godwin descubrió que la experimentación sexual y reproductora le resultaba bastante menos aceptable cuando se llevaba a cabo dentro del seno de su propia familia. Cuando Mary concibió otro hijo ilegítimo, ella y Percy decidieron volver al continente y alejarse de la condena del padre de la joven. En este nuevo viaje fueron acompañados por Claire Clairmont, la medio hermana de Mary, una belleza de cabellos oscuros y emociones bastante volátiles que ya había sido amante de lord Byron en Londres y que ahora, con un hijo de él en sus entrañas, anhelaba reavivar la llama de la pasión en Suiza, donde el muchacho de veintiocho años  moraba en un exilio autoimpuesto.

Compitiendo con fantasmas

Percy Shelley
El grupo llegó a Ginebra durante uno de los veranos más insoportablemente cálidos de toda la historia del país. Byron se llevó muy bien con Percy ni bien le conoció, pero no ocurrió lo mismo con Mary, que sentía miedo ante la presencia del amante de su hermana. Los Shelley y Claire alquilaron la villa "Chapuis" en la aldea de Cologny, justo donde terminaba la ciudad de Ginebra. Byron alquiló la cercana villa "Diodati", con su impresionante panorama del lago Leman y de las montañas... por no hablar de las espectaculares tormentas que se sucedieron una y otra vez a lo largo de aquel verano. El grupo se completó con el médico, compañero y amante de Byron, el doctor John Polidori, un hombre de temperamento inestable y neurótico que tenía un contrato con un editor de Londres para redactar un diario de la estancia en Suiza.

A mediados de junio de 1816, las charlas vespertinas del grupo habían empezado a girar alrededor de las especulaciones fantásticas. Los rayos que surcaban el cielo casi a cada momento hicieron que se hablara de la electricidad como base de la vida, un tema que apasionaba especialmente a Percy. El poeta admiraba a Benjamín Franklin y consideraba que los trabajos llevados a cabo por él con vistas a controlar y dominar la electricidad eran "claramente prometeicos".

"Quizá se podría reanimar un cadáver", recordó algún tiempo después Mary describiendo los pensamientos que acudieron a su mente mientras escuchaba la discusión de Percy y Byron, y observó que "la ciencia había ofrecido pruebas de aquellas cosas: quizá sería posible manufacturar las partes componentes de una criatura, unirlas y dotarlas del calor vital".

Las conversaciones sobre la ciencia más imaginativa derivaron sin mucha dificultad hacia la fantasía pura y simple, y los miembros del grupo empezaron a turnarse para leer en voz alta la Fantasmagoriana, una recopilación alemana de historias de fantasmas traducida al francés en la que ocupaban un lugar prominente los temas de la muerte temprana y el castigo de la Providencia. Por aquella época el movimiento gótico estaba en plena floración y su carácter romántico y enfrentado a la tiranía de la razón constituía una atracción natural para los cinco iconoclastas de la villa Diodati. Las extrañas visiones de la Fantasmagoriana inflamaron de tal modo a Byron que acabó proponiendo una competición literaria. "Cada uno escribirá una historia de fantasmas", dijo. Mary se sintió bastante intimidada por el desafío, al igual que Polidori, cuyos esfuerzos literarios ya habían sido cruelmente ridiculizados por Byron.

Pero las dos estrellas literarias del grupo no estaban muy inspiradas para la competición. Byron empezó a escribir la historia de un agonizante que hace un pacto con un amigo prometiéndole que volverá de la tumba, pero no tardó en perder interés por el relato. Percy, por su parte, también produjo un fragmento sobre una abuela y un fantasma formado por cenizas, pero tampoco demoró en abandonar la tarea para dedicarse a empresas más memorables. Mary recordó en su diario que "Polidori tuvo una idea terrible sobre una dama con cabeza de calavera que había sufrido ese castigo por haber espiado a través del ojo de una cerradura, aunque ya he olvidado lo que quería ver. Algo  muy espantoso y que no debía ser visto, naturalmente..."

Posteriormente, Polidori sorprendió a todo el mundo cuando su reelaboración del fragmento escrito por Bayron fue publicado con el título de El Vampiro en 1819. Tomada al principio por una obra de Byron -incluso por el mismísimo Goethe-, El Vampiro inspiró una auténtica industria de adaptaciones dramáticas y operísticas, y generó el prototipo del vampiro romántico que siguieron escritores, dramaturgos y directores de cine hasta la época actual.

La concepción de la criatura

Edición de "Frankenstein", 1931
Mary no sospechaba que escribiría una historia capaz de oscurecer los intentos de los demás y que acabaría acumulando un público mucho más grande que los de Percy y Byron juntos. Según relata en su diario, la joven no sabía qué escribir y los esfuerzos que hizo para obligar a su mente a que produjese una idea acabaron por agotarla. Una noche, ya en la cama, tuvo una visión: "Cuando puse la cabeza sobre la almohada no dormí, y tampoco se podría decir que pensara. Mi imaginación empezó a actuar por su cuenta y se adueñó de mí y me guió, proporcionándome las sucesivas imágenes que surgieron en mi mente de una manera mucho más vívida que cualquiera de las que pueden hallarse dentro de los límites normales de la ensoñación. Vi -con los ojos cerrados, mas con una visión mental de aguda claridad- al pálido estudiante de artes blasfemas arrodillado junto a la creación que había formado. Vi el horrendo fantasma de un hombre acostado, y después vi cómo el funcionamiento de alguna poderosa maquinaria hacía que mostrase señales de vida y se agitara con un inquieto movimiento semivital".

A la mañana siguiente, Mary informó a los demás que por fin empezaría a escribir su historia y comenzó a poner por escrito sus impresiones de la escena de la creación, a pesar de que aún no tenía ni idea de qué iba a contar exactamente.

"Una desapacible noche de noviembre contemplé el fruto de mis esfuerzos. Dispuse a mi alrededor los instrumentos de la vida con una ansiedad tan intensa que rozaba la agonía, para así poder infundir una chispa de esencia en la cosa sin vida que yacía a mis pies. Ya era la una de la madrugada. La lluvia caía sobre los cristales con un repiqueteo lúgubre y melancólico, y mi vela ya casi se había consumido por completo cuando al débil destello de la luz medio extinguida vi abrirse el opaco ojo amarillo de la criatura. Respiró con un ruidoso estertor, y un movimiento convulsivo agitó sus miembros."

Esos primeros pasajes, que aparecen en el capítulo 4 de la edición de 1818 y en el capítulo 5 de la versión revisada, están impregnados de imágenes oníricas que transmiten de manera efectiva el poder de la alucinación en estado de vigilia que se supone inspiró Frankenstein. La paradójica apariencia del monstruo es un buen ejemplo de las inversiones que resultan tan características de la lógica del sueño:

"¿Cómo explicar las emociones que sentí ante esta catástrofe, y cómo describir a la patética criatura que me había esforzado por formar con tantos trabajos y cuidados? Sus miembros estaban bellamente proporcionados, y yo había escogido sus rasgos para que fuesen hermosos. Hermosos... ¡Santo Dios! Su piel amarillenta apenas cubría el trazado de los músculos y las arterias que había debajo. Su cabellera era abundante y de un negro lustroso, y sus dientes eran blancos como las perlas. Pero todas aquellas hermosuras sólo conseguían producir un contraste aún más horrible con sus ojos acuosos, que parecían casi del mismo color que las cuencas de un blanco amarronado en las que estaban alojados, y con su complexión marchita y la tensa negrura de sus labios."

El creador del monstruo busca evadirse en el sueño real, pero sin resultado. Sueña un encuentro con su prometida, "en la flor de la salud":

"La abracé, deleitado y sorprendido, pero sus labios se pusieron lívidos con la palidez de la muerte apenas deposité el primer beso en ellos. Sus rasgos empezaron a cambiar, y me pareció que estaba sosteniendo en mis brazos el cadáver de mi madre muerta. Un sudario envolvía su cuerpo, y vi cómo los gusanos de la tumba se arrastraban por los pliegues de la tela."

Mary partió de este pasaje impresionante, que obtiene su energía de un sinfín de imágenes paradójicas (paternidad y creación superpuestas a visiones de muerte; belleza yuxtapuesta a la deformidad; la ciencia que es igualada a lo oscuro y lo terrible en vez de a la luz) y comenzó a urdir la trama de su historia y a escribirla.

La tragedia de la vida

Elsa Lanchester -entre Gavin Gordon (Lord Byron) y
Douglas Walton (Percy Shelley)- encarnando a Mary
en "La novia de Frankenstein", 1935
Como se menciona al comienzo, la reacción inicial a Frankenstein fue muy variada y, por lo general, se dividía siguiendo criterios políticos. Los diarios y revistas conservadores la condenaron, sospechando que Percy Shelley había tenido algo que ver con su escritura. "The Quarterly Review" la describió como "un amasijo de absurdos horrendos y repugnantes". Pero incluso los críticos más severos de la novela tuvieron que admitir que fuera quien fuese la persona que había escrito Frankenstein poseía un gran talento narrativo.

La publicación de la novela en una edición de un solo volumen (originariamente había sido editada en tres) en el año 1823 reveló al mundo que había sido escrita por Mary. En su número de marzo de aquel mismo año el "Blackwood’s Edinburgh Magazine" le dedicó un elogio un tanto envenenado: "Para un hombre era excelente, pero para una mujer era maravillosa".

Sin embargo, a esta altura, la vida de Mary se había oscurecido considerablemente. Su segunda hija, Clara Everina, murió de fiebre a la edad de diecinueve meses mientras su madre estaba escribiendo Frankenstein, y poco después la malaria se llevó a su hijo William. En noviembre de aquel año nació Percy Florence, el único descendiente de Shelley que sobrevivió a la infancia. Un quinto embarazo terminó en un aborto casi fatal en junio de 1822, y Percy se ahogó tres semanas después.

A mediados de la década de los años veinte, de hecho, todo el grupo de la Villa Diodati había sido diezmado por la tragedia. John Polidori, que abandonó el ejercicio de la medicina para llevar una vida de reclusión, murió en 1821 cuando ingirió una dosis considerable de ácido prúsico y nunca quedó claro si estaba experimentando o quiso suicidarse. La hija de Byron y Claire Clairmont sucumbió al tifus ese mismo año. Byron murió en 1824 debido a una enfermedad contraída mientras luchaba en la guerra de la independencia que habían emprendido los griegos para librarse del dominio turco. De todo el grupo, sólo Claire llegó a una edad avanzada.

Después de la muerte de Percy, Mary se vio sumida en la miseria y se mantuvo con cualquier trabajo literario que pudiera encontrar: artículos, críticas y narrativa, incluyendo las novelas Valperga (1823) y The Last Man (1826), una fantasía apocalíptica sobre una plaga que dejó muy claro hasta qué punto se había alejado de los preceptos utópicos que habían regido su educación. Durante las décadas de los años veinte y los treinta concentró una gran parte de sus energías en mantener viva la llama de la reputación de Percy, y llevó a cabo un considerable trabajo de compilación y anotación de sus obras para publicarlas. Murió en febrero de 1851 a los cincuenta y cuatro años de edad, después de haber sufrido una serie de ataques que la fueron debilitando progresivamente.

Mary Shelley fue enterrada en Bournemouth junto al corazón de Percy: el órgano no se había consumido durante la cremación del cadáver y Mary había conservado cuidadosamente la reliquia envuelta en un paño de lino durante más de un cuarto de siglo. Nunca soñó hasta qué punto su "horrible progenie", como llamaba a su libro más famoso, demostraría poseer la misma y extrañísima resistencia al paso del tiempo.

Aquella increíble jornada


"The Bride of Frankenstein" (La Novia de Frankenstein), el clásico film de la Universal que James Whale dirigió en 1935, comenzaba con una escena introductoria que mostraba la famosa velada entre los Shelley, Byron y compañía. Encarnada por la actriz Elsa Lanchester, y sobre imágenes de la primera parte, Mary Shelley explicaba como el incendio del molino no había sido el final de la historia.

Con los años, la jornadas vividas en Ginebra por aquel grupo dieron pie a varios proyectos cinematográficos que, con mayor o menor fortuna, se dedicaron a recrear los acontecimientos ocurridos en la Villa Diodati. El primero de ellos fue "Gothic" (1986), dirigido por Ken Russell e interpretado por Natasha Richardson (Mary Shelley), Timothy Spall (Polidori) y Gabriel Byrne (lord Byron). El resultado fue un film truculento y febril, una semibiografía llena de alucinaciones y delirios. Russell se dedica principalmente a situar a los personajes en un contexto fantasmagórico y alucinatorio, con mucho énfasis en lo visual. Así, la narración casi se limita a una suma de secuencias dantescas, que ilustrarán los miedos y las pesadillas de los escritores protagonistas.

El origen literario de Frankenstein volvió a ser llevado a la pantalla en 1987 por el español Gonzalo Suárez con el film "Remando al viento". Cargada de sutilezas y con un reparto encabezado por Lizzy McInnerny encarnando a Mary Shelley y con Hugh Grant (Lord Byron), Valentine Pelka (Percy Shelley) y Elizabeth Hurley (Claire Clairmont), esta coproducción noruego-española tiene un enfoque realmente imaginativo: la perspectiva de una creación literaria que cobra vida hasta el punto de influir decisivamente en los destinos de quienes han asistido o colaborado en su nacimiento.

En 1988, el director Ivan Passer filmaría "Haunted Summer" (Verano Atormentado), película interpretada por Alice Krige (Mary), Laura Dern (Claire) y Eric Stoltz (Percy). Passer vuelve a retratar las intensas y neuróticas relaciones que existieron en el seno del grupo reunido en Suiza y cómo una noche, las drogas y el desenfreno llevaron a los protagonistas al filo de la locura, difumando los límites entre la realidad y la ficción.

En "Frankenstein Unbound" (1990), el director Roger Corman hará que el científico que interpreta John Hurt viaje en el tiempo desde el año 2031 para aterrizar en Ginebra en 1817. Allí, Hurt se codeará con lord Byron (Jason Patric) y Percy Shelley (el fallecido cantante del grupo INXS, Michael Hutchence), se dará un revolcón en la cama de Mary Shelley (Bridget Fonda) y se encontrará con un doctor Frankenstein de la vida real (Raúl Julia) y con su monstruo homicida.

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