John era un Beatle a pesar de sí mismo, con una convicción poderosísima de lo que ser un Beatle significaba, a la que creyó traicionar a través de lo que la Beatlemanía generó. Tal vez no se dio cuenta de que él mismo, junto con sus tres compinches, fue capaz de revertir todo ese contenido negativo de la celebridad, para transformar a The Beatles en uno de los más poderosos vehículos de cambio que el siglo XX haya presenciado. Pero él ya no pudo desprenderse del desencanto que toda esa locura le había causado, aún a pesar de seguir creando, aún a pesar de seguir marcando rumbos.
Velozmente pasó de ser un Beatle a ser un ferviente antibeatle. Sólo que nos permitimos dudar de que lo haya creído realmente. De alguna forma, muchas de sus declaraciones y las a veces tan terribles letras de sus canciones sobre The Beatles muestran tanta furia y tanto odio, pero al mismo tiempo tanto dolor, que tendemos a pensar que se asemejan mucho a la reacción de aquel que ha perdido un gran amor y que sabe que no lo podrá recuperar jamás.
Entre dos fuegos permanentemente, John amó tanto a los Beatles como los odió. Y se nos hace muy difícil establecer en que momento sucedió cada una de las cosas. Tal vez, es que sucedieron al mismo tiempo, de la misma forma en que amó y odió a su madre sin poder separar un sentimiento del otro. La característica de un soñador con un gran sueño, que lo ama por hermoso pero que -en algún punto- llega a odiarlo por irrealizable.
Ahora bien, ¿cuánto influyó Yoko Ono en este cambio de John que llevaría –irremediablemente– a la separación del cuarteto de Liverpool? ¿Es ella «la culpable» de que los Beatles hayan dejado de existir? ¿O la desbandada fue producto de una suma de factores dentro de los cuales Yoko era sólo uno más?
Woman
En una de las tantas entrevistas que concedió durante los 30 años que transcurrieron desde la fatídica noche del 8 de diciembre de 1980, Yoko comentó: «Cuando él murió sentí que no entendía nada. Y al principio hubo un momento en que perdí toda la confianza. No dejaba de preguntarme por qué. Pero luego empecé a entenderlo. Creo que la gente había comenzado a hablar de nosotros con mucho cinismo, no sólo de nosotros como pareja, sino también del mismo John. Yo era el blanco principal de todas las críticas, pero a él lo desprestigiaban por estar conmigo».
Yoko sabe que ha pasado a la historia (y que deberá vivir eternamente con ese estigma) como «la mujer que separó a los Beatles». Pero sabe que –de cierta forma– ella ayudó a devolverle al mundo a un Lennon no sólo renovado sino más centrado en su convicción de que con su arte podía construir una sociedad distinta. Tal vez por eso, agrega inmediatamente en esa misma entrevista: «Creo que durante una época la gente no escuchaba el mensaje de sus canciones; sin embargo, era muy importante que prestaran atención. Sentía con toda su alma que era fundamental que el mundo escuchara su mensaje y que sus obras tenían más fuerza cuanto menos atrapado se sentía en los límites de su propio cuerpo. Creíamos que componer canciones podía contribuir a mejorar el mundo. Pensábamos que nuestras canciones eran sinceras y que lo que surgiera de nosotros sería positivo porque la verdad tiene un poder en sí misma. John había venido a este mundo con esa misión. Tenerlo fue una suerte para todos nosotros».
Para Yoko está claro que, por más que se empeñaran en hablar de sí mismos como una «unidad», ella quedaba a la sombra de su famosísimo esposo.
La señora de Lennon siempre sostuvo que ambos aprendieron mucho uno del otro. «La vida es un proceso de aprendizaje y de tomar conciencia –dijo una vez–. En ese sentido puedo decir que hicimos juntos un viaje increíble, no sólo porque nos comprendíamos uno al otro sino porque descubrimos muchas cosas del mundo. Vengo de Oriente, él era occidental, yo soy mujer y él era hombre. El era muy afectuoso con las mujeres. Y yo, que era una mujer reivindicativa, comencé a sentir más simpatía hacia los hombres. Como ambos éramos artistas, vivíamos inspirándonos el uno al otro todos los días. Para bien y para mal. Yo lo veía bien, y creo que él también pensaba que era algo bueno. Quizá algunas personas odien esto. Mucha gente nos preguntaba: ¿No os dan ganas de destruiros al ser ambos artistas? Fuimos muy afortunados, porque nunca sentimos eso».
The end
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Tapa del Daily Mirror. Abril 10 de 1970 |
Versión I: Lennon como el genio absoluto de una banda y el primero en comprender que cada uno debe seguir su camino para poder seguir creciendo, con Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr como los malos de la película que se niegan a aceptar a Yoko Ono. Versión II: Lennon metiendo de prepo en el seno del grupo a su nuevo amor, llevándola a las grabaciones y (¡gran herejía!) prestando oído a sus opiniones. Versión III: Lennon como ser sufriente que nunca se repone del abandono de su padre ni de las muertes de su madre y de su amigo Stuart Sutcliffe; Lennon como un generador de escándalos («Los Beatles son más grandes que Cristo») y profeta ácido responsable de hacer que rock y vanguardia sean una misma cosa; Lennon como amante del amor y publicista de su cama y de su japonesa. Versión IV: el hastío de George Harrison de ver como sus composiciones quedaban siempre relegadas para dar lugar a las de John o Paul. Versión V: Lennon como adicto compulsivo; heroína o Maharishi o Grito Primal o LSD o Yoko, es lo mismo, que genera el horror en sus tres compañeros. Versión VI: los malos manejos económicos de Apple, la productora que los Beatles crearon sin saber bien dónde se estaban metiendo y que perdía miles de dólares por día. Versión VII: Lennon como beatle crítico compositor de canciones sobre el horror de ser beatle (Help!, I’m a Loser), la resignación de ser beatle (I’m Only Sleeping, I’m So Tired, Across the Universe, She Said, She Said, Tomorrow Never Knows) y la angustiante felicidad de ya no ser beatle (todo el álbum ‘John Lennon Plastic Ono Band’). Versión VIII: las diferencias musicales entre Lennon & McCartney, dupla creativa donde se apoyó buena parte de la historia de The Beatles.
Dear Yoko
Para cuando apareció ‘Just Like (Starting Over)’ –último álbum de Lennon en colaboración con Yoko– hacía cinco años que John no editaba nada y la gente (que es mala y comenta) ya aseguraba que Yoko lo había hechizado para que el ex Beatle oficiara sólo de ama de casa, atendiera al pequeño hijo de ambos y se olvidase para siempre de su pasado artístico.
John concedió entonces una larga entrevista y allí volvió a hablar del inicio de su relación con Yoko. A la pregunta de cómo se inició su colaboración con Yoko, Lennon respondió: «Antes de conocerla estaba metida contra la guerra, protestaba, gritaba en un saco negro en Trafalgar Square. Y cuando nos conocimos hablamos de lo que queríamos hacer juntos. Y lo que queríamos era seguir con mi manera de ser y mi amor-amor-amor y con su manera de ser y su paz-paz-paz».
Recordó también que escuchaba cosas como «¿Qué es lo que están haciendo?» o «Esa bruja japonesa lo ha hechizado y lo está volviendo loco». Pero afirmaba que lo único que hizo su esposa fue «sacar de mi interior esa fantasía, ese vigor de mi alma que hasta entonces yo había tenido inhibido». John afirmó que «la necesitaba mucho, muchísimo. Quería estar con ella y realmente no podía sobrevivir sin ella. No podía seguir funcionando como ser humano. Cuando nos separamos (varios meses entre el ’73 y el ’74) me hice pedazos».
Y cierra aquella entrevista confiándole al periodista un deseo que, a dos meses de su asesinato, es casi una premonición: «Espero morir antes que Yoko porque si ella muriese yo no sabría como sobrevivir. No podría seguir adelante».
Come Together
Difícil y sencillo imaginar qué hubiera sido de Lennon en los ’80, en los ’90 y en la primera década del siglo XXI. Cuesta poco pensar en una reunión –benéfica o millonaria, da igual– con sus ex compañeros, lejos ya de la mirada rasgada de su mujer. El paso de los años hubiera encontrado a Beatle John, seguro, trepándose a los escenarios de Oasis y Blur como artista invitado. Con los años, Lennon hubiera recuperado el filo y envejecido como un licor noble y amargo. Por lo menos, a uno le gusta pensar que así habría sido.
Con el advenimiento del año 2000 John Lennon fue elegido como el artista de rock más importante del siglo. Paul McCartney quedó segundo. Dicen que Paul no se sintió nada mal, pero ya no tenía enfrente al hombre con quien competía por el título de «Mr. Ególatra».
Y tal vez haya que buscar allí la verdadera razón de la separación de The Beatles. Tal vez haya que remontarse al 6 de julio de 1957. Ese día, un amigo en común presentó a John y a Paul. Se miraron de reojo, desconfiando uno del otro. Y la amistad que nació casi en forma inmediata no evitó que el ego enorme que anidaba en ambos se disparase. Primero fue una competencia sana y creativa. Con el tiempo se convirtió en una guerra por el espacio en los discos. Con la personalidad de ambos, con la historia que cada uno cargaba, era imposible que no hubiese sucedido así.
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