lunes, 15 de diciembre de 2014

75 AÑOS DE GONE WITH THE WIND: El huracán escarlata


Ejemplo de interpretación femenina, pilar de muchas actrices que empiezan y reflejo de poderosa alimentación para las noveles que esperan ser regadas con aquella lejana luz del incendio de Atlanta, Vivien Leigh –impresionante actriz proveniente del mejor teatro inglés le puso el cuerpo y el alma al personaje femenino que está considerado el más famoso de toda la historia del cine: la Scarlett O’Hara de "Gone with the wind" (Lo que el viento se llevó). Lo que sigue es un compendio de las razones que hacen que uno no pueda dejar de volver a ella una y otra vez. 

UNO. La  entrada al baile de Doce Robles. Scarlett penetra jovial, feliz, al centro del salón principal. Una sociedad conservadora viva y colorista se retrata cruda ante los ojos de nuestra heroína, los mismos que buscan con avidez de serpiente la figura de su amado Ashley… Una de esas miradas capaces de encender varias guerras civiles al mismo tiempo.

DOS. La fuerza que consigue sacar a su familia de la pobreza en la que la sumergió la Guerra de Secesión. Scarlett se enfrenta a ser ella misma y a demostrar su fortaleza frente al mundo que la condiciona. Dueña de una voluntad poderosa, es una sureña con el espíritu pragmático del Norte que no se deja seducir por los sueños de gloria de los caballeros del Sur. Y si bien vive enamorada del soñador, honorable y decadente Ashley (Leslie Howard), son su garra y hasta su rapacería esencialmente norteñas las que le permiten sobrevivir.

TRES. El temperamento y la sensualidad que muestra –especialmente en la primera parte del film, donde se describen los años de esplendor de una familia sureña adinerada. Padres abnegados, hijas en la edad del pavo, petimetres de uniforme y esclavos negros sonrientes se mueven alrededor de la gran mansión de Tara, en una atmósfera de idílico entendimiento. Pero por sobre todos ellos, la presencia mágica de Scarlett iluminándolo todo…

CUATRO. El parto de Melanie: momento que actúa de bisagra en el comportamiento de Scarlett haciéndola aterrizar en forma definitiva en el mundo que le ha tocado en suerte. Pura carne, todo sentimiento, fuerza y humanidad… Esos minutos previos al parto, justo cuando espera impaciente a la sirvienta, mientras detrás de ella una Olivia de Haviland eficaz como siempre se debate entre el dolor y la angustia. Todo el personaje es más Scarlett que nunca y transmite una gama poco común de matices: angustia, egoísmo, humanidad, descontrol, autoridad… La tremenda valentía de los O’Hara explota, deslumbra y eclipsa todo lo demás…

CINCO. La coherencia de un alma femenina que no admite límites para alcanzar lo que se propone y que escandaliza a toda una sociedad que consideraba a la mujer como un objeto de bondad y belleza para exclusivo solaz de los hombres y la alegría de los hogares bien constituidos.

SEIS. El juramento debajo del árbol, en el crepúsculo de Tara y de la familia diezmada por la guerra: "A Dios pongo por testigo, a Dios pongo por testigo de que no lograrán aplastarme. Viviré por encima de todo esto. Y cuando haya terminado nunca volveré a saber lo que es el hambre. Ni yo, ni ninguno de los míos. Aunque tenga que estafar, ser ladrona o asesinar. A Dios pongo por testigo de que nunca volveré a pasar hambre…"

SIETE. Tiene a sus pies a todos los varones existentes en ciento cincuenta kilómetros a la redonda, mientras su corazón se derrite por el único hombre que (por la razón que fuere) le resulta inaccesible. Pero Scarlett puede adaptarse a todo y así atraviesa tres matrimonios, dos etapas de viudez y un abandono, hasta que finalmente entiende que su único y verdadero amor es su amada tierra de Tara.

OCHO. Esa misma adaptación que demuestra para sobrevivir. Puede hacer frente a un ejército que avanza y, con helada tranquilidad, atravesar de un balazo la cabeza de quien significa una amenaza para sus seres queridos. Su capacidad para rehacerse de la tragedia es única y la hace apta para desempeñar hasta sus últimas consecuencias el mejor papel femenino (con sus caídas de ojos y una oportuna lagrimita) y también para hacer el trabajo que la época le tenía reservado a los hombres.

NUEVE. Esos aires de señorita mimada y orgullosa que mantiene aún en los momentos más difíciles. La vida la endurece para salir adelante, pero no consigue cambiar su carácter. Siempre se hace evidente que es una O’Hara, la favorita de su padre, la heredera absoluta de Tara.

DIEZ. Las redecillas, los vestidos, los sombreritos… Aún cuando se viste con las cortinas de su vieja mansión está impecable y no pierde esa altura que supo convertirla en la joven más deseada por los caballeros sureños. Y esa manera de levantar el mentón…

ONCE. Ese aire de final feliz que amenaza tener la vida de Scarlett pero que no puede impedir la tragedia: la guerra, la muerte de sus padres, la muerte de su única hija y el dejar escapar al hombre de su vida, al único que la amó incondicional y ciegamente.

DOCE. La última escena, esa que nos deja con una pregunta que jamás podrá ser contestada. Abocada a postergarlo a su antojo, a enrostrarle su amor secreto por otro, Scarlett ve como Rhett toma sus pilchas y se cabrea de tanta humillación, mal que le pese a la arrepentida, condenada en ese minuto, en esa escena épica del final, a arrastrarse literalmente por los suelos, suplicando una nueva oportunidad. Clamando a los cuatro vientos que no será capaz de vivir sin él, que sin él se va a morir o a pegarse un tiro. A lo que el enorme Clark Gable responde con una frase emblemática, acuñada desde entonces en el museo de los procedimientos viriles: "Francamente, querida mía, me importa un bledo".

TRECE. Y entonces sí, la apoteosis. Dolido, contra su propio deseo, Rhett Butler se pierde en la niebla. Los ojos llorosos de Scarlett que se agrandan ante la seguridad del recuerdo de la tierra, de su Tara. Todo su rostro es reflejo de la fuerza interior de este enorme personaje de mujer. Su cuerpo de desploma en las enormes escaleras, sobre el rojo terciopelo. Y al momento de recordar la frase de su padre ("La tierra es lo único que vale la pena de trabajar y de luchar y hasta de morir por ella, porque es la única cosa que perdura."), Scarlett, más invencible que nunca, vuelve a levantarse por enésima vez y proclama: "¡Tara, es mi hogar, es mi casa! Ya encontraré alguna forma de hacerle volver… Pensaré sobre eso mañana, en Tara. Allá lo podré soportar. Mañana pensaré en una forma de recuperar a Rhett. Después de todo, mañana será otro día…"

Nunca sabré si Scarlett pudo o no recuperar a Rhett. Pero en realidad no importa. En el fondo, sé que vuelvo a ella esperando que pose en mí sus claros ojos verdes, que me deje tomarla por la cintura y que bailemos juntos alguna tonada sureña. Y que sea yo quien le ayude a volver feliz a Tara y vivir juntos ese mañana y todos los mañanas que la magia del cine nos permita soñar.

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