lunes, 25 de junio de 2012

ROCK Y CIENCIA FICCION (I): En la misma búsqueda


El rock y la ciencia ficción tienen muchos puntos de contacto. Para encontrarlos, debemos detenernos en la música que comenzó a gestarse a mediados de los ‘60 y que explotaría con fuerza una década después. Un nombre ocupa el meritorio lugar de “pionero de la música sideral”: Pink Floyd.

La primer patada que conmovió los cimientos de la sociedad norteamericana tuvo nombre y apellido: Elvis Presley, el Rey, un arma efectiva que acabó con las formalidades, imponiendo la moda del “qué me importa, soy joven”. La segunda llegó unos años después, concretamente el 7 de febrero de 1964, cuando cuatro muchachos ingleses fueron depositados en el aeropuerto Kennedy. Los Beatles reflejaban en su poesía todo un modo de vida, insinuando qué agradable sería cambiar algunas cosas.

El primer paso concreto de aquellas insinuaciones se dio en 1966. La música del cuarteto de Liverpool trasladó ese cosquilleo que aparecía en la planta de los pies e invitaba a bailar, a otra zona del organismo que hasta entonces nadie se había preocupado en despertar: el cerebro. Con Revolver y, sobre todo, con Sargento Pepper, los músicos fueron el detonante de la tercera patada, la más visceral, la que sacudió a los Estados Unidos y lo llevó a sentir que unos cuantos miles de jóvenes hacían tambalear sus estructuras.

Aquellos que se hacían llamar Hijos de las Flores, comenzaron a reunirse en el Golden Gate Park de San Francisco con un sólo propósito: escuchar música. Los guías son grupos con nombres tan extraños como Jefferson Airplane. Pronto comenzarían a aparecer reductos, bares, boutiques, órganos de información y hasta radios piratas que se encargan de difundir la música que escuchaban los hippies. Esa música, pronto bautizada como psicodelia, tenía un solo propósito: que el oyente liberara su espíritu y su mente. Cada nota se percibía como parte importante del tiempo y del espacio.

Pink Floyd: a volar, a volar...

"Todo lo que tocas, ves, saboreas,
sientes, amas, odias.
Todo lo que dudas, ahorras, das, repartes,
compras, mendigas, prestas o robas.
Todo lo que creas, destruyes, 
lo que haces, dices, comes.
Todas las personas que encuentras,
cada una que desprecias,
cada una por quien peleas.
Todo lo que es ahora, ha sido, va a venir
y todo bajo el sol está en armonía.....
Pero el sol es eclipsado por la luna."

¿Cuando se fusionan el rock y la ciencia-ficción? Tal ve cuando el primero comprendió que podía ser algo más que un simple movimiento de caderas. Cuando el mensaje se puso por delante de las posturas revolucionarias. Cuando los jóvenes, cansados de tanto Vietnam y tanto napalm ardiendo en la piel, se rebelaron a que la historia personal de cada uno concluyera con un disparo y comenzaron a buscar ese otro lado, un poco más allá de este sitio, en otros mundos más habitables que la propia Tierra. Y esos otros mundos podían encontrarse afuera, en las estrellas, o bien dentro de uno mismo.

El grupo británico Pink Floyd marcó el hito definitivo de esta nueva corriente. Sus integrantes eran estudiantes apasionados por la electrónica y la ficción y no tardaron en montar sus shows con elementos absolutamente desconocidos en aquel entonces. Mezclaban sonidos e imágenes, juegos de luces que se hallaban en armonía con la música que interpretaban. Había ecos, efectos de distorsión, luz negra, proyecciones giratorias, fiebres varias y sueños científicos.

La magnitud de los conciertos de Pink Floyd fue creciendo en la búsqueda de un “espectáculo total” para los sentidos que atrae con su show de luces y proyecciones de películas durante los conciertos, entre ellas los films under de Yoko Ono y de Andy Warhol. Al sonido cuadrafónico, las burbujas giratorias y los estroboscopios, se suma un light show líquido (presentado bajo el delirante título de Juegos de Mayo: Era espacial y relajación para alcanzar el clímax de la Primavera), que consiste en inyectar líquido coloreado entre dos placas de cristal. La idea es sumir al público en una burbuja de impresiones sensoriales, un espectáculo absolutamente original para la época que no ha vuelto a repetirse y del que Pink Floyd es pionero.

Para cerrar el cuadro, el alma mater del grupo, Syd Barrett, evocaba permanentemente a H. P. Lovecraft. La psicodelia y el llamado “Sonido de Canterbury” -abierto a la improvisación del free-jazz- y la cultura del ácido lisérgico invaden Inglaterra. Largas composiciones de media hora que iban más allá de cualquier modelo y letras sobre gnomos, astronautas, animalitos del bosque y personajes identificables por el under londinense, salen de la cabeza de Syd y van dando forma a un repertorio absolutamente original.

El primer álbum de Floyd The Piper at the Gates of Dawn (El Flautista a las Puertas del Amanecer) incluía temas como Interstellar Overdrive (una ópera espacial que relata la conducta de una nave interplanetaria que, después de dejar atrás los embotellamientos del suburbio terrestre, se sumerge en el infinito) y Astronomy Domine, considerado como la contribución más bella que el rock le hiciera a la ciencia-ficción. Poco después, Barrett pasaría a retiro, seriamente afectado por síntomas de paranoia avanzada, pero la ciencia-ficción continuará dominando el estilo del grupo. Temas como Dirígeme al Cielo, Atom Heart Mother o Ecos (una larga “suite-sideral”) impulsan a que el público habitual del ballet descubra las bondades del Space Rock, como se lo llamaba, y se interese por esta nueva experiencia. Los seguidores de Floyd aumentan.

El 17 de marzo de 1973, aparece el álbum Dark side of the Moon (El lado oscuro de la Luna), considerado por muchos el punto culminante en la carrera de Pink Floyd. Uno de los álbumes mejor producidos en la historia del rock, replantea la temática que años antes intentara con éxito el grupo The Moody Blues, los creadores de los álbumes conceptuales y pioneros del rock sinfónico con su L.P. Los días del futuro pasaron. Así, este disco de Floyd se basaba en los problemas del hombre en la sociedad: el aire que respira, el tiempo que se le escapa, el dinero, el amor, el stress y la locura.

El título del álbum está tomado de la frase “I’ll see you on the dark side of the moon” (“Te veré en el lado oscuro -la cara oculta- de la luna”), último verso del tema Brain Damage, composición de Roger Waters en homenaje a Barrett, cuya presencia inmanente es gravitante en la historia de Pink Floyd y se manifiesta claramente en esa canción.

"Cierras la puerta y tiras la llave.
Hay alguien en mi cabeza que no soy yo...
Y si la nube descarga el trueno en tu oído,
gritas y nadie te oye...
Y si la banda en la que estás tocando
empieza a hacer diferentes melodías,
te veré en la cara oculta de la Luna..."

La Nueva Era

Con la aparición de esa nueva corriente musical, cierto sector de la juventud se dedicó a pensar. Los músicos de rock ya no gozaron del delirio de sus seguidores y dejaron de aparecer los fans que amenazaban con matar o matarse por conseguir un mechón de pelo o el botón de la camisa de alguno de sus ídolos. Con ellos desaparecieron también los mecánicos pasos de baile.

Mientras 2001, A Space Oddisey atraía multitudes en los cines de todo el mundo, en 1968, David Bowie editaba el álbum Space Oddity (Rareza Espacial), jugando con las palabras del título del film: “Estoy flotando en forma peculiar y las estrellas se ven distintas. Aquí estoy, sentado en una lata, lejos del mundo. El planeta Tierra es azul y no hay nada que yo pueda hacer. Aunque estoy a cien mil millas de distancia, estoy tranquilo. Mi nave sabe adónde va...”

Casi simultáneamente, King Crimson grababa In the Court of the Crimson King (En la Corte del Rey Crimson), incluyendo allí un par de temas históricos como Hombre Esquizofrénico del Siglo XXI, ese que “no necesita realmente nada de lo que compra”, o Niña de la Luna, la que “juega a las escondidas con los fantasmas del amanecer,... esperando la sonrisa de un niño del sol”.

Gracias a estos y otros trabajos, el ser humano comenzó a moverse guiado por el espíritu debido a que las grabaciones fueron concebidas concretamente para ser escuchadas. Así lo entendió el público y, por primera vez, transitó los rincones del sonido, descubriendo que entre una nota y la siguiente cabía un mundo de imaginación librada exclusivamente al captor del mensaje. Esa misma imaginación que se profundizaría en los años siguientes.

"Muy lejos, la gente le escuchó decir:
“Encontraré un camino, 
vendrá un día en el que se hará algo”.
Más tarde, la poderosa nave,
descendiendo como en llamas,
tomó contacto con la raza humana.
Ahora es el momento de estar atento.
(...) Luz del sol, hay algo en mi ojo,
algo en el cielo esperándome.
(...) El soldado querría respirar.
Los recuerdos se alejan,
como un torrente sinuoso,
como Lucy en el cielo.
(...) Reuniendo sus poderes cósmicos
y despegando suavemente
desde las puntas de sus dedos,
las naciones psicodélicas vuelan."

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