sábado, 20 de octubre de 2012

Desesperadamente buscando a Drácula


Mucho antes de Coppola, incluso antes de que Bram Stoker lo convirtiera en marca registrada del terror, la figura del vampiro que no muere ya aleteaba poderosa por las frías noches europeas. Lo que sigue, historia e historias de aquel que inspiró una de las novelas más famosas de todos los tiempos: el príncipe Vlad Tepes, que está bien y vive en Rumania.

Cualquiera que vea la versión cinematográfica de Drácula, interpretada por Bela Lugosi en 1931, se pregunta si la historia tiene una base real. Ciertos indicios que surgen de la cinta obligan a que uno comience con la búsqueda del vampiro. Para empezar, la película sitúa el hogar del conde en Transilvania, una región que no fue inventada por ningún guionista de Hollywood: Transilvania existía y existe. Hoy en día forma parte de la Rumania moderna, y al igual que los Estados Unidos están compuestos por cincuenta estados, Rumania está compuesta por Transilvania, Valaquia y Moldavia. Los pueblos de Klausenberg y Bistritsa, ambos mencionados en la novela, también existen en la realidad.

Las referencias históricas de la novela pueden rastrearse hasta un auténtico manuscrito del siglo XV que se encontraba en los archivos de San Petesburgo y que hacía referencia a un gobernante rumano llamado Drácula y que describía sus atrocidades, pero la gran mayoría de los eruditos opinaban que era una simple novela histórica, una mezcla de hechos y ficciones. Pero con los años pudo comprobarse la veracidad de ese viejo escrito y la historia de Vlad Tepes salió finalmente a la luz. En Rumania, el príncipe Vlad es más conocido por su apodo: “el empalador”, que se había ganado por su gran afición a ese método de ejecución. El empalamiento es un arte perdido, por lo que se impone una breve explicación.

Empalar a alguien significa básicamente que lo atravesás con una estaca convirtiéndolo en algo parecido a un gran chupetín humano. Hay muchas formas de hacerlo, como clavar la estaca en el pecho o, incluso, introducirla en la boca, pero el método clásico -el preferido por Vlad- era colocar a la víctima en el suelo con las piernas extendidas al máximo y atar un caballo a cada pie. Después se preparaba una gigantesca estaca o poste lo bastante sólido como para sostener a un ser humano. Era aconsejable que la estaca tuviese la punta redondeada, pero no puntiaguda porque de lo contrario la víctima moriría rápidamente. La estaca ideal también debería estar untada de aceite para que pudiera ser insertada fácilmente en el ano de la víctima.

Los caballos avanzaban lentamente mientras se iba insertando la estaca, y en cuanto ésta había quedado asegurada dentro del cuerpo se cortaban las cuerdas que unían los pies a los caballos. Después de esto, el infortunado ser humano era levantado junto con la estaca y se iba hundiendo gradualmente en ella muriendo poco a poco. No cabe duda de que existen métodos más rápidos y sencillos de matar a alguien, pero el empalamiento -igual que la crucifixión- tenía un propósito secundario antes de provocar la muerte: proporcionaba un ejemplo duradero de lo que le podía ocurrir al desobediente, dando un motivo de reflexión a los que seguían con vida. No hace falta aclarar que en tiempos de Vlad, la ley y el orden reinaban en todo el país.

Sighisoara. Casa donde nació Vlad Tepes
Hay una clara conexión histórica entre Drácula y Transilvania. Vlad Tepes nació allí en 1431 en el pueblo de Sighisoara y, aunque posteriormente gobernaría el sur de Rumania, Drácula mantuvo intacta su relación y contactos con los pueblos transilvanos durante toda su vida hasta 1476, año en el que murió. Vlad firmó como “Drácula” en forma muy clara y legible dos manuscritos entregados a los ciudadanos del pueblo de Sibiu en Transilvania.

El nombre “Drácula” tiene sus orígenes en la Orden del Dragón, que fue conferida al padre de Vlad por Segismundo, el Sacro Emperador Romano, en el castillo de Nuremberg en 1431. El padre de Vlad acabó siendo conocido como “Dracul”, y su hijo se sentía tan orgulloso del codiciado honor conferido a su padre que se proclamó a sí mismo “Drácula”, que significa “Hijo de quien poseía la Orden del Dragón”. Pero “Dracul” también es uno de los nombres de Satanás en rumano, y posteriormente Vlad sería considerado “el hijo del Diablo”. La insignia de la Orden era el dragón o la serpiente alada, que también es un símbolo muy usado para representar al diablo tanto en el folklore como en el arte rumano.

La Orden no era maligna, pero cuando el padre de Vlad volvió a Rumania después de haber estado en Oriente llevando el símbolo del Dragón sobre su capa y su escudo, los campesinos creyeron que había vendido su alma al Diablo, motivo por el cual el padre de Drácula es conocido en la historia rumana como Vlad el Diablo.

Mucho antes de que naciera Stoker, el Drácula histórico fue protagonista de historias de terror que se convirtieron en auténticos clásicos de su época. Cuentan que en una ocasión, unos embajadores extranjeros fueron a visitarle y no se quitaron el sombrero delante de él. "¿Por qué me habéis deshonrado así? -les reprochó el príncipe Vlad.- Nadie puede llevar la cabeza cubierta en mi presencia."  "Señor -replicaron entonces los embajadores-, es nuestra costumbre no descubrirnos nunca delante de nadie, sea quien sea." "Muy bien -respondió Drácula-. Sed valientes. Deseo reforzar la fe que tenéis en vuestras costumbres." Y mandó a llamar a sus esbirros y les ordenó que les unieran los sombreros a la cabeza con clavos. "Volved a vuestro hogar -les gritó después-, y decid a vuestro señor que hace bien protegiendo las costumbres de su tierra, pero que cuando me envíe embajadores será mejor que se dobleguen a mis costumbres."

A veces, Drácula demostraba poseer un sentido del humor bastante negro. Un noble que estaba cenando con él entre sus víctimas empaladas no podía soportar el olor de los cuerpos en descomposición, y se tapó la nariz con la mano. El príncipe Vlad se percató de esa imperdonable falta de educación y le preguntó por qué se tapaba la nariz, a lo que el noble respondió que porque no podía soportar la pestilencia de los cadáveres putrefactos. "Muy bien -replicó Drácula-, voy a resolver tu problema." Mandó traer una estaca muy alta y ordenó que empalaran a su invitado en ella, con lo que el hombre clavado en la estaca quedó muy por encima de las otras víctimas. "¡Ya está! -le gritó Drácula-. Ahora estás suspendido entre las brisas más frescas y limpias, y ya no tienes que soportar la pestilencia de estos cadáveres que se pudren aquí abajo."

Transilvania. Castillo de Bran.
El famoso "Castillo de Drácula"
En otra ocasión, Drácula mandó colocar una hermosa copa de oro en un sitio muy visible junto a un arroyo de agua fresca, y muchas personas la usaron para beber en ella. Cada persona devolvió la copa a su sitio en forma inmediata después de beber: nadie se atrevió a robarla porque sabían que el príncipe haría empalar al ladrón. Fue un acérrimo defensor de la ley y el orden y durante su reinado nadie osaba robar, porque fuera cual fuese su importancia, Drácula castigaba todos los delitos con la pena de empalamiento. Su razonamiento era que si se permitía que los pequeños delitos quedaran impunes la gente poco a poco se iría animando a cometer crímenes más serios.

Drácula no quería tener a su lado ningún heredero en potencia que pudiera desafiar su poder absoluto. En una ocasión en que se encontraba de muy mal humor, su amante cometió la imprudencia de creer que podría levantar su ánimo diciéndole que estaba embarazada, dando por sentado que Vlad se alegraría de oír esa buena noticia. El problema para la pobre muchacha fue que Drácula no se alegró. "No puede ser", le dijo a la joven. Luego tomó un cuchillo y le abrió un tajo del vientre a la garganta para convencerse por sí mismo.

La infancia de Vlad Tepes fue muy difícil, lo cual quizá sea una de las claves de su conducta posterior. Fue educado como cristiano en Transilvania, pero su padre le dejó como rehén entre los turcos cuando sólo tenía trece años, y de repente el joven se encontró rodeado de personas cuyo lenguaje y religión no comprendía. El padre y la madre de Drácula volvieron a casa dejando abandonado al chico en Turquía, y el sultán le retuvo allí como una especie de seguro humano que garantizaba que el padre del chico no lo atacaría. Drácula fue encerrado en el castillo de Egrigoz, una fortaleza que se encontraba a gran altura en las inaccesibles montañas del Asia Menor.

Drácula estuvo prisionero allí desde 1444 hasta 1448, cuando le llegó la horrible noticia de que su padre había violado la promesa hecha al sultán y había declarado la guerra a los turcos,... siendo plenamente consciente  de que obrando así pondría en peligro la vida de su hijo. Esta terrible traición debió enseñar a Drácula que la vida no vale gran cosa. Por suerte para él -pero no gracias a su padre-, el sultán decidió no replicar matando al joven Vlad, y siguió utilizándolo como peón en sus planes y negociaciones diplomáticas.

Busto de Vlad en Sighisoara
Vlad Tepes consiguió hacerse con el poder en el sur de Rumania gracias al apoyo de los turcos en 1456 y gobernó hasta 1462, un reinado relativamente breve. Pero en ese tiempo se las arregló para matar a unas cien mil personas. Considerando que toda la población del reino sólo ascendía a quinientas mil personas, no cabe duda de que Vlad fue uno de los peores asesinos de masas de toda la historia. Pero Drácula encabezó una cruzada contra los turcos durante esos seis años de reinado, y eso hizo que muchos de sus crímenes fueran disculpados. Algunos decían que era cruel porque la época también era cruel, e incluso el papa Pío II le admiró, apoyándolo por considerar que era un gran guerrero que luchaba contra los infieles turcos.

Durante una batalla contra los turcos que tuvo lugar a fines de 1476, cuando combatía para el rey húngaro Matías, Drácula se puso el uniforme de un soldado turco para inspeccionar mejor el campo de batalla. Para su pesar, se encontró con unos cuantos soldados húngaros que no le reconocieron y lo mataron. Después le cortaron la cabeza y se la entregaron a los turcos como trofeo de victoria, porque éstos seguían teniendo un miedo terrible al hombre a quien llamaban el “Príncipe Empalador”. El sultán exhibió la cabeza de Drácula en las murallas del castillo Topkapi de Estambul, pero el folklore rumano afirma que Drácula no llegó a morir y que volverá a gobernar el país en tiempos de gran necesidad.

La leyenda del Drácula histórico fue muy popular a fines del siglo XV y durante el XVI, pero después cayó en el olvido hasta el siglo XIX. Fue entonces cuando Bram Stoker decidió resucitar al príncipe rumano convirtiéndolo en el conde Drácula vampírico. La novela hace referencias históricas a la campaña militar contra los turcos emprendida por Vlad Tepes, su decisión de seguir luchando hasta el fin, la traición de quienes le rodeaban, etc., pero la mayoría de los lectores no eran conscientes de que fuesen hechos reales.

Tumba de Vlad en Snagov, Rumania
La ironía está en que Stoker no inventó ninguna de esas referencias, y en cuanto al folklore vampírico del libro, Stoker lo desarrolló basándose en The Land Beyond the Forest, un estudio antropológico de Emily Gerard. La única auténtica invención de Stoker fue relacionar al Drácula histórico con el folklore rumano.

Y si la asimilación de Vlad Tepes al mito del vampiro no se produjo siglos antes de que la novela viera la luz, se debe sobre todo a la forma en que el príncipe terminó sus días: un vampiro sin cabeza es impensable en Rumania y en cualquier otra parte del mundo.

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