viernes, 22 de noviembre de 2013

De blanco


The Beatles. O “El Álbum Blanco”. Una de las más impresionantes creaciones de un grupo contemporáneo. Ha sido motivo de controversia durante años y hasta fue considerado una mera muestra de pistas solistas y hasta se asegura que fue concebido como la suma de esfuerzos individuales. Sin embargo, aunque al momento de editarse los problemas y tensiones por los que el grupo atravesaba eran muchos, el Álbum Blanco se abría ante el público como un manual de la música popular desde 1920 en adelante, una especie de fuente inagotable en la que todos bebieron luego.

Luego de cinco meses de trabajo en los estudios de EMI, un lapso sin precedentes para la época, el 22 de noviembre de 1968 los Beatles editan una obra nueva, el álbum doble llamado simplemente “The Beatles”. Desde sus tapas completamente blancas, el cuarteto anunciaba su intención de alejarse de la psicodelia para retornar al rock and roll de los comienzos. De hecho, el sonido simple del “Álbum blanco” era una virtual antítesis a la elaboración extrema de “Sargento Pepper”.

Los críticos se extasiaron ante la enorme selección y diversidad de gusto en este álbum que abarcaba desde la extraña Revolution  9 de John hasta la dulce Mother Nature’s Son (Hijo de la Madre Naturaleza) de Paul. Para muchos críticos, la variedad del disco representó una perfecta síntesis de la música occidental.

Tony Palmer, el crítico del “London Observer” comentó: “Si queda alguna duda de que Lennon y McCartney son los más grandes compositores desde Shubert, entonces este disco hará seguramente que el esnobismo cultural y el prejuicio burgués sean arrastrados en un diluvio de jubilosa interpretación musical”.

Si bien en el Álbum Blanco quedaba claro que los Beatles todavía funcionaban como grupo, no era menos cierto que –en determinadas ocasiones– no siempre se necesitaban los unos a los otros para dejar grabada una canción. Lo cierto es que para esa época, la relación laboral estaba en crisis y los Beatles se encaminaban hacia la separación.

India: la génesis

Los Beatles habían conseguido en 1968 lo que cualquier músico de cualquier época siempre hubiera soñado. Tan solo cinco años después del lanzamiento de su primer álbum eran considerados el mayor fenómeno Pop-Rock de todos los tiempos y tenían todo lo que pudieran desear. Tal vez la necesidad de vivir nuevas experiencias o de reencontrarse consigo mismos, les llevó a seguir un curso de meditación trascendental con el Maharishi Mahesh Yogi en Rishikesh, India.

Los Beatles fueron allí para olvidarse de su vida como superestrellas de la música. Pero aunque no se quedaron en India mucho tiempo, lo cierto es que el aislamiento y la ausencia de preocupaciones diarias hicieron que John y Paul escribieran un buen número de canciones. De hecho entre los cuatro Beatles, 32 canciones fueron traídas de la India. La naturaleza acústica de muchas de ellas se reflejó posteriormente en las pistas de su nuevo trabajo.

Con todas estas canciones, los Beatles decidieron publicar un doble LP que ofreciera tanto calidad como cantidad. Los talentos individuales de los cuatro encontraban la estructura del grupo demasiado restrictiva para sus propias ideas. A esta altura, ninguno de ellos estaba dispuesto a descartar alguna de sus canciones en favor de la de otro. El Álbum Blanco se convirtió así en un esfuerzo conjunto de cuatro individuos, cada uno reclamando tiempo en el disco para sus propias composiciones.

Una meseta elevada

Desde su primer álbum (Please Please me, 1963) hasta Help! (1965), la evolución de los Beatles en el terreno musical –si bien lenta e irregular– no conoció estancamientos ni mucho menos retrocesos. Es Rubber Soul (diciembre de 1965) el primer álbum que marca una ventaja considerable respecto del anterior. De ahí en adelante, comienza una escalada creativa que culmina en el preciosismo de Sargent Pepper’s LHCB (junio de 1967). No era poco pasar en cinco años de Love me do (Ámame) a Lucy in the sky with diamonds (Lucy en el cielo con diamantes). Pocas veces la historia de la música popular tuvo la oportunidad de experimentar un cambio tan visible como repentino. Pero el interrogante quedaba abierto: ¿podían los Beatles superar a Sgt. Pepper?

A partir de 1968 quedó claro que para el cuarteto de Liverpool la experimentación había agotado todas sus posibilidades. Por eso, en lugar de intentar lo imposible hicieron algo más inteligente: hacer de cuenta que empezaban de nuevo. Si la psicodelia se había caracterizado por la profusión de colores y los títulos exóticos, el disco siguiente tendría una portada blanca y el título más sencillo: The Beatles. De ese modo, interrumpieron el ascenso para transitar una meseta. Pero una meseta inmensamente elevada.

Visto en retrospectiva, el resultado final fue la obra más moderna del grupo. Fue justamente el hecho de haber sido concebido como un intento de hacer simplemente música –renunciando a la experimentación sonora– lo que les permitió alumbrar un producto menos pretencioso pero a la vez más atemporal.

Para quien no lo conoce, es difícil ubicar al Álbum Blanco en su época de elaboración y edición, justamente porque se trata de una obra revisiva, anclada simultáneamente en las últimas tendencias experimentales (Revolution 9) pero también en la antiquísima tradición del hombre cantando acompañado sólo por su guitarra (Julia; Blackbird). El álbum doble es una especie de resumen de toda su obra hasta esa fecha pero que devela la inevitable experiencia adquirida en cinco años. Así, la simplicidad que posee en algunos momentos el Álbum Blanco está cargada de un grado de virtuosismo que no poseían sus primeras grabaciones.

Escribiendo una canción

Las letras del Album Blanco muestran a los Beatles a cara descubierta, con sus luces y sus miserias. Abundan las referencias autobiográficas y en algún caso, el sujeto que canta parece un delegado de la voluntad del conjunto (“Bueno, estamos haciendo lo que podemos”, Revolution 1). Pero la acidez es de otro tipo y en algunos pasajes la nueva obra sabe a resaca de fiesta (¿qué otra cosa había sido 1967?). La depresión absoluta (Yer Blues; I’m so tired) y la crítica en su forma más pura y directa se instalan y -por primera vez- aparece la desilusión del mundo. Contrariamente, también abundan los pasajes celebratorios del día y la naturaleza y las tendencias idílicas en la reabierta zona de la canción de amor.

John Lennon muestra un vuelco desde el surrealismo a la canción de protesta. El contexto social (recién se apagaban los fuegos del Mayo Francés y la guerra de Vietnam era ampliamente repudiada por los jóvenes) está presente en Revolution 1 y Glass Onion (Cebolla de vidrio). También está presente su entorno inmediato: Julia (dedicada a su madre y a Yoko Ono), Sexy Sadie (que muestra su desilusión para con el Maharishi) y Everybody’s got something to hide except for me and my monkey (Todos tienen algo que ocultar excepto yo y mi mono), otra vez sobre Yoko y la visión que ambos tienen del mundo. Los temas que John introduce en el Album Blanco son una colección insuperable. Quizás su mejor trabajo para un LP de los Beatles y superior en su conjunto a cualquier obra solista posterior.

Pero quien más fácilmente se adaptó al retorno a formas primitivas fue Paul McCartney, poseedor de una gran habilidad para reproducir estilos de cualquier época. El homenaje a la música sencilla de los comienzos está presente en I will (Lo haré) y Birthday (Cumpleaños), claros ejemplos de la época en que los Beatles subordinaban las letras a la melodía y los arreglos. Rocky Raccoon y la encantadora Honey Pie (Pastel de miel), recogen la nostalgia de Paul por la vieja música americana y Helter Skelter planta la semilla de lo que luego conoceríamos como “heavy metal”.

Por último, la obra de George Harrison alterna entre las fórmulas revisitadas y la exploración. George también retoma la canción tradicional con Long long long (Hace ya mucho); se hace cargo de la crítica social en Piggies (Cerditos); ofrece un referente absolutamente original y con aires de soul en Savoy Truffle (Trufas de Saboya) y de paso nos regala una de las más grandes creaciones de los Beatles: While my guitar gently weeps (Mientras mi guitarra llora suavemente), donde le toma el pulso a su tiempo (“miro el suelo y veo que necesita una limpieza”) y critica al mundo que ha transformado al hombre en una ficha social, rotulado y con valor fijo (“No se como alguien te controló, te compraron y te vendieron…”).

La suma de las partes

Por primera vez en la historia de los Beatles y, tal vez, por primera y única vez en la historia musical, un grupo fue capaz de demostrar en una realización que podía transitar por el rock’n’roll, el reggae, el soul, el pop, el blues, el folk, el country, el swing e inclusive el avant-garde con consumada habilidad, sin dejar por eso de sonar como los Beatles, sentando además las bases para nuevas corrientes como el grunge y el hard rock.

George Martin, el productor de los Beatles, trató en vano de convencer a los chicos para que transformasen este doble álbum de treinta canciones y noventa minutos en un álbum pulido, con menos canciones y no más de cuarenta minutos de extensión. “Mi opinión es que debía haber sido un álbum sencillo. Hubiese sido un álbum fantástico de haber estado condensado”, comentó Martin algunos años después. Pero los Beatles prefirieron dejar dentro de su obra este legado al que todos deben referirse para saber de qué se está hablando en lo musical.

No hay que olvidar que en 1968, el nuevo trabajo de los Beatles fue juzgado por su música y sus canciones no fueron consideradas como astillas de cristal que reflejaban las desavenencias internas de la banda por una razón muy sencilla: nadie conocía lo que se cocinaba en el seno del grupo. Por el contrario, las canciones fueron vistas como una efusión musical de una enorme riqueza, cantidad y diversidad. Los Beatles trabajaron en conjunto en muchas de las canciones del álbum. Y como tan contundentemente lo demuestran While my guitar gently weeps, Back in the USSR, Yer Blues, Revolution 1, Helter Skelter, Birthday o Dear Prudence, los trastornos internos no tenían por que traducirse en una música mediocre.

Hoy, conociéndose la trastienda de la grabación, es probable que algún despistado pueda seguir cuestionándose el hecho de que el álbum es una suma de individualidades. Pero desde entonces nunca hubo (y me animo a decir que nunca habrá) en la historia de la música popular otras individualidades como esas y, mucho menos aún, sumadas.

Musicalmente imposible de superar, el Album Blanco transformó el panorama musical en un sistema planetario en el que The Beatles pasaron a ser el sol alrededor del cual todos giraron. Una luz sin la que nada ni nadie podría brillar por sí mismo.

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