domingo, 30 de noviembre de 2014

Las rubias de Hitchcok: De frialdad aparente...


Un elemento esencial de las películas de Hitchcock, al igual que sucede en los filmes de Bond, es la actriz que tiene a su cargo el papel protagonista. Comenzamos entonces una serie de notas que nos permitirán conocer no sólo a los personajes a los que supieron dar vida aquellas memorables actrices, sino también la relación del director inglés con el sexo femenino. Una relación que no siempre resultó cordial.

Hitchcock dirige a Janet Leigh en la
famosa escena de la ducha en "Psycho"
Es indiscutible que el tipo de actriz esbelta, rubia y refinada forma parte del universo cinematográfico del “mago del suspense”, de tal forma que él mismo escribió al respecto “Cómo escojo a mis heroínas”, un texto en el que explica claramente las cualidades que han de tener, a su juicio, las protagonistas de sus filmes. Ese artículo nos permite comenzar a rastrear en los gustos de don Alfred.

Para empezar, Hitchcock elegía a la heroína de sus películas bajo la premisa de que debía gustar a las mujeres antes que a los hombres, “porque las mujeres forman las tres cuartas partes del público medio del cine, y, si bien las mujeres pueden tolerar la vulgaridad en la pantalla, nunca lo hacen cuando está encarnada en su propio sexo”. Y remarcaba, además, que “la heroína de la pantalla no debe ser sólo decididamente agradable, sino que tiene que tener vida, tanto en los ojos como en la voz”. Era evidente que no le interesaba sólo tener delante de su cámara un rostro bonito.

Las cuestiones estrictamente técnicas también eran tenidas en cuenta por Hitchcock a la hora de elegir a sus féminas. “Dado que la pantalla no dispone en absoluto de distancia para hechizar la vista -porque los acontecimientos que muestra son llevados por lo general tan cerca de los espectadores que el rostro de la heroína se encuentra de hecho sólo a unos metros de los que están en las últimas filas- ésta tiene que poseer una belleza y una juventud reales”, aseguraba el director. Y aclaraba además que una heroína de la pantalla “no debe superar la talla mediana, ya que una mujer muy alta es sumamente difícil de fotografiar”.

Madeleine Carroll, Alma Reville y Alfred Hitchcock
en el set de "The 39 steps"
Leyendo esto, a nadie puede extrañar que Hitchcock haya manifestado que “no me gustan las mujeres a las que se les lee en la cara que son como el símbolo del sexo y que parece que lo llevan como letrero. Siempre he sostenido que una mujer delgada puede ser mucho más sexy que otra con dos sandías delante. Creo que la sensualidad de una mujer hay que descubrirla solo mirándola. Sí, me gusta el tipo de rubia fría. Frialdad aparente, porque en el momento en que se ponen en acción todas las barreras se rompen. Es el tipo de mujer inglesa. Todas parecen profesoras, pero dentro de un taxi, te pueden destrozar. Un tipo de rubia como el de Marilyn Monroe no me interesa. Llevan el sexo colgado de su cuello, como si fuera una joya”.

Las rubias, sus favoritas

Las rubias pueden ser un peligro. Esto bien lo sabía Hitchcock que a través de sus films ofreció un variado haz de blondas sofisticadas, fantasmales, vulnerables, distantes, incluso alguna medio ñoña. El maestro decía que prefería las heroínas rubias porque resultaban ser las mejores víctimas. “Son como la nieve virgen en donde destacan las huellas sangrientas”, decía.

GRACE KELLY. Fue, sin lugar a dudas, la encarnación viviente del ideal que tenía Hitchcock sobre la heroína de sus filmes. Trabajó como protagonista con el director en tres películas consecutivas: Dial M for murder (La llamada fatal, 1954), Rear window (La ventana indiscreta, 1954) y To catch a thief (Para atrapar a un ladrón, 1955). Hitchcock siempre sostuvo que cuando la actriz se retiró del cine para convertirse en la princesa de Mónaco lo vivió como una verdadera pérdida y tuvo que buscar afanosamente otras actrices de características similares sin conseguir nunca la sustituta ideal. Incluso, cuando diez años después Grace Kelly le escribió una carta donde le preguntaba “¿Tiene una película para mí?”, respondió en seguida mandándole el guión de Marnie la ladrona. Grace estuvo de acuerdo, Hitchcock estaba de acuerdo y Rainiero también, pero el pueblo monegasco se opuso y el proyecto fue a parar a manos de Tippi Hedren.

Para Hitchcock, Grace Kelly era el tipo de mujer que hace pensar en el sexo sin tener que hacer exhibiciones. Tenía un aire inglés que cautivó al director. Tanto lo cautivó que, según cuentan varios biógrafos de ‘Hitch’, le pidió a la actriz que le regalase un striptease mientras el la observaba desde la ventana que aparece en Rear window. Kelly complació de maravillas al director.

KIM NOVAK. Aunque solo rodó una película con don Alfred (Vertigo, 1958), está encuadrada, hoy en día, dentro del colectivo de “chicas de Hitchcock”. Las relaciones de éste con la actriz no fueron precisamente un ejemplo de cordialidad y prueba de este hecho son las declaraciones del propio director: “Ella tenía unas opiniones muy definidas sobre sí misma: su pelo tenía que ser siempre el mismo color rubio que le hizo famosa; no debía llevar trajes bajo ninguna circunstancia. Vino a mi casa sin que yo la hubiese visto antes previamente, y trajo estas condiciones. Le dije: Mire señorita Novak, usted se pone el color de cabello que quiera y lleve puesto lo que quiera, con tal que todo esté de acuerdo con el tema a interpretar. Y el tema requería que fuese en parte morena y que llevase un traje gris. En estos casos acostumbro a decir: escuche, haga lo que quiera; siempre queda la sala de montaje. Esto los corta y es el fin del asunto”.

Tippi Hedren, en una foto promocional
para el film "The byrds"
TIPPI HEDREN. Antes de protagonizar The birds (Los pájaros, 1963), no era conocida en la industria cinematográfica. Fue Hitchcock quien la descubrió, no solo por medio de este filme, sino también a causa de la película Marnie (Marnie, la ladrona, 1964), en la que Hedren tuvo a su cargo el papel estelar. Fue la fachada más glacial de todas las rubias de Hitchock.

MADELEINE CARROLL. Cronológicamente, la primera “chica Hitchcock”. Desde los filmes The 39 steps (Los 39 escalones, 1935) y The secret agent (El agente secreto, 1936) puso de manifiesto las principales características que habrían de reunir en el futuro las aspirantes a heroínas en las películas del maestro del suspense.

VERA MILES. Protagonista de dos de sus películas más representativas (Falso culpable en 1957 y Psicosis en 1960) y de varios episodios de su serie televisiva, el maestro deseaba convertirla en la nueva heroína rubia de todos sus films, aunque está claro que no daba ese aire atractivo y misterioso, respondiendo más bien a un tipo de mujer inteligente e interesante (perfil que, por cierto, no aparece para nada en Psicosis). La interpretación de la misteriosa Madeleine en Vértigo debería haber supuesto su lanzamiento definitivo. Todo el vestuario del film estaba listo y diseñado en función de su figura e incluso se había realizado un cuadro para el que había posado como modelo. Un inoportuno embarazo frustró sus aspiraciones profesionales y las ilusiones de Hitchcock.

Cary Grant y Eva Marie Saint en una
escena de "North by Northwest"
JANET LEIGH. Hitchcock le envió el libro de Psycho (Psicosis, 1960) y para convencerla de que aceptara el papel le dijo que la parte pequeña y no muy interesante que tenia el personaje de Marion Crane sería ampliada. Protagonizó la que tal vez sea la escena más famosa de todas las películas de ‘Hitch’ (el asesinato en la ducha) y aunque allí acabó su colaboración con el maestro siempre tuvo palabras de agradecimiento para con él. “Cuando estábamos a la mitad del rodaje, todo el mundo sabía que teníamos una buena película entre manos, pero nadie tenia la menor idea de que íbamos a hacer historia”, comentó la Leigh años después.

EVA-MARIE SAINT. Rubia gélida como pocas, supo dar la talla al lado de Cary Grant en North by northwest (Intriga internacional, 1959). Y debe mucho de su carrera posterior a su participación en ese film.

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