martes, 17 de julio de 2012

ARMAS DE MUJER FATAL


Pocos seres inventados por y para el celuloide han sido tan atrayentes, enigmáticos, ambiguos, queridos y odiados como las mujeres fatales. Han existido desde que el cine es tal y en todos los géneros del mismo, aunque alcanzaron su máximo esplendor, sin duda, con el cine negro americano, fundamentalmente entre 1941 y mediados de los años 50. A su memoria, estas líneas.

Jane Greer en "Out of the Past"
Una de las novedades más importantes del cine negro en cuanto a la creación de nuevos personajes consiste en el crecimiento interior de los personajes femeninos tras los cambios sociales producidos en la sociedad de EE.UU. durante la II Guerra Mundial, que marcaron hitos decisivos en la emancipación de la mujer estadounidense. Debido a esto, el protagonismo de los personajes femeninos es cada vez mayor en el cine negro americano.

Pero además de estos cambios sociales que explican el mundo perturbado del cine negro, se observa una producción continua de novelas con personajes ambiguos, entre los que destacan los detectives privados, así como el "mito eterno" de la mujer como amenaza al dominio del varón sobre el mundo. La ambición económica (siempre atribuida a la identidad sexual masculina dentro del sistema social denominado patricarcal) es una característica propia de esta mujer, que transgrede las normas de este sistema y paga por ello con la vida, la soledad, la cárcel, etc.

En la mujer fatal se funden la vamp de las mitologías nórdicas y la prostituta de las mediterráneas. Fueron los franceses los que la denominaron ‘femme fatale’. A su vez, los norteamericanos la llamaron ‘spider woman’ (mujer araña). Con esos términos definían a una mujer hermosa, ambiciosa e intrépida, insensible y cruel, que muestra sus intenciones únicamente en el último momento.

Pasión y muerte.

Barbara Stanwyck
En el cine negro americano se miente amor. La mujer fatal es ambigua, sabe jugar con este sentimiento. Utiliza su belleza y su sexualidad como armas para lograr lo que desea mediante la seducción. El señuelo de la fatal es su cuerpo: con él provoca. Intriga, miente y manipula utilizando como armas la belleza y la sexualidad, que le sirven para obtener beneficios lucrativos. Su elección moral tiene como núcleo su objetivo de ascensión social: el poder, el dinero, el lujo. Por ello está dispuesta a arriesgarse con una determinación única en el cine.

Por todo esto, esta heroína generalmente se encuentra fuera de los límites de la familia nuclear y el triángulo amoroso se convierte en la estructura narrativa dominante de estas películas.

La fatal utiliza su fina sensualidad y sus pérfidas miradas para reclamar la atención de quien observa como actúa. Las fatales se permiten el lujo de utilizar un arma, fumar, cantar, conducir intrépidamente, desear el dinero sin pudor, etc. La mujer fatal es bella, inteligente, valiente,… pero peligrosa: el cine negro relaciona su inteligencia con el fatalismo. En las novelas negras y películas de este género es descripta con un halo de deseo sexual implícito ante el que los hombres se rinden sin resistencia aún sabiendo que esta mujer puede ser su perdición.

Analicemos su método operativo más frecuente. Se encuentra generalmente atada con un hombre adinerado cuya presencia no puede soportar y del que desea librarse. Un día aparece otro hombre en su vida, un incauto incapaz de resistir la tentación que esa mujer supone. La pasión entra en acción y en el crimen entra en escena. Todas las pruebas implican a este hombre como culpable, aunque pudo no cometer el delito del que se le acusa, pero del cual resultó cómplice voluntario o involuntario. Cuando todo se descubre, ya es tarde. En este estado de mentiras continuas, mutuas, el sexo siempre se encuentra presente.

Seducción fatal

Ava Gardner
Las fatales dominan el arte de la seducción. La ‘femme fatal’ convence así al "incauto" oponente masculino para que actúe según sus fines. La mirada es la herramienta fundamental de esta mujer ante el hombre al que pretende hechizar con sus gestos, sus palabras y, en múltiples ocasiones, con sus canciones.
También explota ampliamente la sensualidad de sus labios para atraer al hombre. Utiliza estas armas acercándose peligrosamente, con atrevimiento, a la distancia de contacto. Aquí habría que puntualizar que -en muchas ocasiones- más que acercarse la propia mujer fatal al hombre, le atrae hacia ella cantando, llorando o simplemente agachando la cabeza (indicando vulnerabilidad o sumisión) en ocasiones en que quiera parecer una víctima. En otras ocasiones, con menos frecuencia, utiliza un cigarrillo hábilmente colocado en la comisura de los labios.

Y hay otras armas no menos interesantes: dar la espalda a ese hombre que ha caído en sus redes (que suele coincidir con los encuentros en que la fatal parece desesperada e invita a ese hombre a que cometa un acto que puede llevarle a la cárcel o a la muerte pero que a ella le interesa), el perfume, las posturas de la mujer fatal cuando echa su cuerpo hacia atrás en una cama o encima de un piano, etc. La fatal utilizará a un incauto como herramienta para satisfacer sus intereses, sus ambiciones. Seduce mediante su cuerpo y muestra aparente indiferencia. El juego del deseo es, en este caso, protagonista.

La obsesión del hombre hacia la fatal es tremendamente intensa. El hombre mira a la mujer egoísta, interesada y sensual. Está dispuesto a jugar con fuego y ella lo enciende. El hombre percibe la fatalidad, pero se niega a ignorar a esta figura inalcanzable que le desafía.

Y un dato más: la mujer fatal siempre controla la composición de la escena, mediante el hábil uso de la cámara.

Fatales memorables del cine negro americano

Lana Turner
Todas ellas son fascinantes. Pero vamos a destacar a las más memorables:

Barbara Stanwyck fue Phyllis Dietrichson en Double Indemnity, dirigida por Billy Wilder en 1944. Esta mujer, quizás la más fatal de todas, seduce a Walter Neff, un agente de seguros, y le convence para que acabe con su marido y poder cobrar así la indemnización correspondiente al seguro de vida.

Ava Gardner fue la bellísima y mortífera Kitty Collins en The Killers (1946), capaz de dominar y anular con sus encantos todos los instintos del incauto Burt Lancaster, incluido el de supervivencia.

Mary Astor era la embaucadora Brigid O’Shaughnessy en The Maltese Falcon (El halcón maltés, 1941), primera representación en el cine negro de la mujer fatal. Su presa es, en esta ocasión, un detective privado al que utilizará, como hizo en otras ocasiones con otros hombres, para localizar y hacerse con una valiosa estatuilla.

Lana Turner fue Cora Smith en The Postman Always Rings Twice (El cartero llama dos veces, 1946), película en que enamora a un vagabundo que trabaja para su marido y le convence para que acabe con éste. Su ropa blanca en absoluto denota inocencia.

Marilyn Monroe era Rose Loomis en Niagara (1952), dispuesta a matar a su marido, un excombatiente con problemas psíquicos, utilizando las cataratas.

Veronica Lake era Ellen en This gun for Hire (1942), la novia de un policía que a su vez seduce a un criminal, Raven (Alan Ladd, como siempre) que la amará aunque ella espera que su policía acabe con él.

Rita Hayworth
Lauren Bacall fue Vivian en The Big Sep (El sueño eterno, 1946), una chica joven y rica chantajeada por culpa de sus muchos vicios. Vivian enamora a Marlowe (Humphrey Bogart), un detective que se suma a la ambigüedad propia del ambiente.

Y, posiblemente, la más fatal de todas: Rita Hayworth en la mítica Gilda (1946), una mujer oprimida y dominada por dos hombres, de los que es objeto de deseo, que logra finalmente alcanzar sus objetivos, en este caso su libertad y el respeto por parte del hombre al que ama.

Jean Simmons, Jane Creer, Joan Bennett, Lizabeth Scout, Gloria Grahame e Yvonne de Carlo -en aquellos gloriosos años del cine negro- y Kathleen Turner, Angelica Huston y Jessica Lange –más acá en el tiempo- también supieron dejar bien en alto el nombre de las ‘femme fatale’.

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