miércoles, 18 de julio de 2012

EL FRANKENSTEIN DE LA UNIVERSAL (I): El Prometeo eterno


La criatura imaginada por Mary Shelley ha estado presente en la pantalla desde que existen las películas de terror. Para los fans del género, fueron los films de la Universal los que establecieron el arquetipo del Monstruo a partir de una película mítica: el “Frankenstein” de Boris Karloff y James Whale.

El francés Robert Florey fue el primero en interesar a la Universal en una adaptación de la novela de Mary Shelley. El estudio decidió que Frankenstein era el proyecto ideal para continuar el suceso del Drácula de Tod Browning y en 1931 pidió a Florey que filmara una prueba de cámara con Bela Lugosi. Florey preparó una idea base, en la cual la novela de Shelley era reducida al mínimo, sobre lo que ocurre cuando un científico quiere crear vida partiendo de cadáveres. En este relato, la dimensión filosófica del libro desaparecía y el instinto homicida del Monstruo se simplificaba al colocarle el cerebro de un subnormal. Aunque Florey quedó fuera del proyecto, su idea se mantuvo y apareció en casi todas las películas sobre el monstruo: en los films producidos años más tarde por la Hammer, el doctor interpretado por Peter Cushing jamás pudo impedir que se dañara el cerebro que iba a colocarle a la criatura.

Al igual que ocurrió con las circunstancias que llevaron a Shelley a escribir su novela, los problemas detrás de cámara —y las puñaladas por la espalda— se han convertido en una leyenda. Cuando llevaba filmadas dos bobinas, Florey descubrió con horror que lo que él creía era su contrato con la Universal para dirigir la película, se limitaba a especificar que dirigiría una película para el estudio. Desplazado por el productor Carl Laemmle, Florey se vio sustituido por James Whale. Su nombre no permaneció ni en los créditos del guión, que aparece finalmente firmado por Francis Edward Faragoh, John L. Balderston y Garrett Fort.

El material rodado por Florey no conformó tampoco a Bela Lugosi, quien terminó rechazando el papel porque su personaje no tenía una sola línea de diálogo y porque él «no era un maniquí para servir de soporte a una máscara». Con el problema de tener que resolver la adjudicación del papel del Monstruo, Whale (que ya había rechazado a Leslie Howard) pensó primero en Colin Clive pero luego tomó una decisión histórica: Clive encarnaría al doctor y un amigo suyo que poseía el físico apropiado daría vida a la criatura. El nombre de ese actor era William Henry Pratt, más conocido, sobre todo a partir de entonces, como Boris Karloff.

La génesis del mito

Whale se concentró diligentemente en su trabajo y buscó inspiración en hitos del cine mudo como Das kabinett der Doktor Caligari (El Gabinete del Doctor Caligari), Metropolis y Der Golem (El Golem). De este último film, Whale utilizó algunos elementos argumentales, pero la idea de emplear una apariencia golemesca la tuvo el maquillador Jack Pierce.

La película de Whale prescinde de la estructura de flashback que Shelley utilizó en su novela y nos presenta al doctor Henry Frankenstein cuyo sueño es dar vida al enorme cuerpo que ha montado a partir de miembros y órganos robados de tumbas. Habiendo reunido el equipo eléctrico necesario en una atalaya abandonada que se alza sobre el inhóspito y escarpado paisaje de los alrededores de Goldstadt y con la ayuda de Fritz, su balbuceante y jorobado ayudante, da vida a su creación en el momento de máximo apogeo de una impresionante tormenta eléctrica. Pero el cerebro que hay dentro del cráneo del Monstruo (robado por Fritz de una universidad cercana) es el de un criminal y la criatura pronto recaerá en sus viejos hábitos asesinos.

Henry asume la responsabilidad por los actos de violencia del monstruo y se pone al frente de una turba de aldeanos que, provistos de antorchas, persiguen a su creación hasta encontrarlo en un viejo molino abandonado. Henry pelea contra la criatura y es arrojado por ésta desde lo alto del molino. Inconsciente, es llevado al pueblo mientras los habitantes incendian el molino y con él al Monstruo.

Whale fue una de las estrellas de Frankenstein y uno de los «padres fundadores» del género del terror cinematográfico. Su genio, dedicación y experto manejo de los actores se combinaron para crear la película más famosa de toda la historia del género. Fiel a la escuela romántica de escritura a la que pertenecía la novela de Shelley, el film de Whale nunca llega a precisar dónde transcurre la acción (aunque hay pistas que apuntan hacia Alemania), el período histórico no es revelado (la impresión general es que se trata del siglo XIX), y algunos aspectos argumentales quedan deliberadamente envueltos en la oscuridad (por ejemplo, qué impulsa al Monstruo a centrar su venganza en Elizabeth, a la que aterroriza el día de su boda).

Fiel también al estilo del expresionismo alemán, que Whale estudió meticulosamente, muchas secuencias «de exteriores» tienen una apariencia general notablemente estilizada: por ejemplo, algunos momentos de la persecución final fueron rodados en un plató y no en los terrenos montañosos propiedad de la Universal que se usaban normalmente para rodar los exteriores. La ambientación en una aldea centroeuropea, pese a su convencionalismo, se mostró eficaz y algunas escenas (la búsqueda nocturna de cadáveres en el cementerio, la creación del Monstruo, la persecución final por el monte y la muerte de la criatura en el molino en llamas) poseían una fuerte carga de poesía.

Whale se mostró particularmente afortunado en dos secuencias: el encuentro del Monstruo con la niña y el momento en que —renovando el tema de la Bella y la Bestia— aquél penetra en la habitación donde la muchacha, vestida ya con el traje de novia, se preparaba para su boda. En definitiva, Whale realizó en Frankenstein uno de sus mejores trabajos, sólo superado por su segundo acercamiento al tema.

El Monstruo y otros pilares

Al margen de la acertada labor del realizador James Whale, uno de los pilares del éxito del film es la impresionante creación que Boris Karloff hace del Monstruo. Karloff había nacido en 1887 en Dulwich, cerca de Londres. Hasta su participación en Frankenstein, había intervenido en varios films de gángsters, pero fue con esta película que alcanzó una tremenda popularidad y su nombre quedó unido al mito del monstruo a pesar de que, a lo largo de su carrera, encarnó muchos otros célebres papeles, siempre en el terreno de lo macabro. Karloff convirtió a la criatura creada por Shelley en un mito cinematográfico de primera línea: mantuvo para el personaje, a pesar de su horrible aspecto, algunos de los sentimientos humanos que aparecen en la novela y consiguió robarle el nombre a su creador ya que hoy todo el mundo piensa en el Monstruo y no en el doctor cuando escucha la palabra Frankenstein.

Jack Pierce, cuyo aporte para el film fue capital y a quien cabe imputar gran parte del triunfo de Karloff, quedó consagrado, desde ese momento, como uno de los mejores maquilladores del mundo. Su Monstruo es una verdadera creación y a él pertenece la fascinante ambigüedad que emana del rostro de la criatura: fealdad e indefensión por partes iguales. Para trabajar en el proyecto, Pierce estudió anatomía y cirugía y vió que para abrir un cráneo había seis formas diferentes. Sin embargo, razonó, para un hombre de comienzos del siglo XIX lo más sencillo sería hacerlo como si se tratara de una caja, para meter dentro un cerebro. Por esta razón surgió la cabeza cuadrada, la gran cicatriz y las placas metálicas.

Otro aporte importante fue el del actor Colin Clive. Su doctor Henry Frankenstein se ubica en un punto medio entre los «doctores locos» de Hollywood y el inescrupuloso Víctor Frankens-tein que Peter Cushing creó para los films de la Hammer. Aunque demasiado viejo para encarnar a un estudiante de medicina, Clive proporciona una interpretación excelente y, tal vez, al mejor doctor Frankenstein que se ha visto en la pantalla grande. La evolución de su personaje hace que el ladrón de tumbas fanático y obsesionado del principio se convierta en una ruina física y emocional primero y en un vengador lleno de angustia después. Lamentablemente, Clive nunca vio reconocido todo el mérito de su contribución.

Por último, es necesario destacar el esplendor de los decorados barrocos y angustiantes creados por Herman Rosse y Charles D. Hall y el fantástico trabajo con las luces y las sombras realizado por Arthur Edeson que proporciona al film una sugestiva atmósfera que alcanza sus mejores momentos en la descripción inicial del cementerio —casi una creación pictórica— y en el delirio barroco del laboratorio de Frankenstein.

El primer Frankenstein de la Universal roza la obra maestra e inicia una nueva etapa dentro de la ciencia-ficción y el terror ya que es indiscutible que el film de Whale es la puerta que conduce a una década de oro para el género (los años treinta). Al mismo tiempo, la cinta convirtió al personaje de Karloff en el mito más prolífico: su éxito dejó abierto un dorado camino, que supondría la explotación del tema hasta el hartazgo.

FICHA TECNICA

Título original: Frankenstein (Estados Unidos, 1931)
Producción: Carl Laemmle Jr. para Universal Pictures.
Director: James Whale. Guión: Garret Fort y Francis Edward Faragoh.
Fotografía: Arthur Edeson. Maquillaje: Jack Pierce. Duración: 67 minutos (en blanco y negro).
Intérpretes: Colin Clive (Herbert von Frankenstein), Boris Karloff (La criatura),Mae Clarke (Elizabeth), John Boles (Víctor), Dwight Frye (Fritz)

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